En los pueblos pasan cosas
En los pueblos pasan cosas. Pasan a otro ritmo o pasan menos, pero pasan. Que puedan pasar más es otra historia.
Hay gente para todo y todo tipo de lugares, pero no todos los pueblos son aburridos. Siempre hay locos dispuestos a revolucionarlos. Locos e iniciativas valientes que tenemos que apoyar cuando aparezcan. Contribuir a desplazar la capitalidad cultural de la metrópolis. Sobre todo cuando se trata de acciones que aportan color al paisaje adusto por el que normalmente pisamos.
Prats de Lluçanès es un municipio de la provincia de Barcelona de unos 2700 habitantes. Los domingos de otoño atrae visitantes en busca de setas, el mercado semanal, o bien una buena comida. El otoño también es temporada de artes escénicas, de elaboración de uno de los platos culturales fuertes de la comarca, muy humilde en la factura, pero de gran envergadura creativa.
Hace años que Ada Vilaró, su directora, viene hablándome de ‘Itineràncies’. Ada vive dicha aventura con pasión y entrega. Lleva años compartiendo su vida como actriz, creadora o impulsora de proyectos culturales como el Festival Escena Poblenou, con esta muestra de arte público y escénico en el Lluçanès.
Más que un espacio de exhibición teatral, ‘Itineràncies’ es un marco que provee experiencias de colaboración entre vecinos y artistas contemporáneos, una encrucijada que sitúa la actividad creativa en espacios tremendamente populares, comunes, que tienen acostumbrado a su público a otro tipo de actividad. Recuerdo cuando Ada me contaba cómo una vez utilizaron las televisiones de los bares del pueblo para retransmitir danza contemporánea…
Este año, un grupo de intérpretes liderados por Sergi Estebanell plantearon una primera versión de un espectáculo que tienen previsto estrenar el próximo verano, ‘Mesa para dos’. La pieza se escudriñaba por diferentes espacios del municipio, trazando un recorrido delirante y muy travieso. A lo largo de la mañana, que transitó entre puestos del mercado, plazas, comercios locales y locales comerciales por alquilar, tuve la oportunidad de compartir la recepción del espectáculo con múltiples vecinos de Prats de Lluçanès. Entre ellos, María Rosa, una señora jubilada encantadora con la que entablamos una larga y entretenida charla. Ella me puso en antecedentes y me contó acerca de su experiencia con el festival. Me contó que en 2012, concretamente, un proyecto artístico la llevó a reabrir el negocio familiar por un día, y que tanto el pueblo como ella tuvieron la oportunidad de realizar un viaje en el tiempo, emotivo y reparador. Me habló de su familia, me habló de la familia de Ada, me hablo del pueblo y también de cómo aquel festival se había colado en su vida. Aquella mujer se le terminaron velando los ojos. ¿Se les ocurren mejores referencias, mejores antenas para vender un certamen?
Como María Rosa, otros tantos asistentes parecían estar orgullosos de Ada. De Ada y del festival. Y es que no hay para menos. En ‘Itineràncies’ lo específico, lo local es el carburante de una iniciativa avanzada, que revierte generosamente en la misma fuente de energía que la posibilita, el municipio y la totalidad de sus vecinos, su patrimonio, su realidad actual y su historia pasada.