Distancia siete minutos/Titzina Teatro
La felicidad como señuelo
Las dramaturgias de Titzina son envolventes. Tienen una ruta marcada, pero no acostumbran a ir por el camino más directo, sino que en su tránsito van encontrando puntos de atención, asuntos que siendo colaterales a la motivación primigenia, proporcionan datos sueltos que solamente al final podrán entrar en la conclusión del puzzle. Se trata de una estrategia, quizás de una metodología útil para un tipo de creación a cuatro manos, a dos cabezas, un dúo que primero se plantea un tema, después lo investiga y en este caso escriben la obra de principio a fin, para después ponerla en escena.
Una actitud de no cerrarse a ideas preconcebidas, lo que le confiere una naturalidad en el desarrollo que en esta ocasión se sostiene en unas texturas escénicas que siendo identificables y que engarzan con sus anteriores obras, tienen unas peculariedades orgánicas propias. No hay cambio de vestuario. Los personajes episódicos se hacen a pelo, sin elementos diferenciadores, actuación, voz, cuerpo, situación escénica. Una escenografía, como siempre movible, que crea espaciosa base de unas coreografías de los elementos, que marca situaciones y que se activan con una iluminación que refuerza dramatúrgicamente cada transición.
Los dos actores, los dos creadores, se mantienen en su consistente presencia escénica que les caracteriza para contar no una, sino varias historias encajadas, que nos arrastran a diferentes ámbitos de comprensión. Un lenguaje teatral que se retroalimenta en ese bucle cíclico, en donde se pasa de ver algunos casos de un juzgado, a la paradójica situación de la vivienda del juez, su vida familiar, esas conversaciones con el padre que emocionan, mezclado con una noticia espacial que desvía la atención.
En ese globo, lo tragicómico crece de manera exuberante, y mientras el claroscuro nos orienta en el laberinto formal, una resolución final nos congela la sonrisa y nos devuelve a una realidad de la que nunca nos han separado, sino que nos han hecho creer que estaban buscando la felicidad, o que venían de esa nave llamada Curiosity, pero estaban ahí, hurgando en nuestra sensibilidad, como unos magos de la escena.
Carlos Gil Zamora
Obra: Distancia siete minutos – Autores, intérpretes, directores: Pako Merino, Diego Lorca – Producción: Titzina Teatro – Pazo da Cultura – Carballo – 25-10-13 – FIOT/Serantes KE – Santurtzi – 02-11-13