Cohesión e intermediación
Uno de las paradojas de la contemporaneidad es la reducción de condiciones en los procesos de comunicación entre las personas, a pesar de la aparente cantidad de mecanismos que existen para mantenerlas conectadas, porque cada vez son menos los elementos fundamentales que intervienen en el establecimiento de una comunicación, como la reciprocidad, la interpretación, el análisis, la controversia, etc, debido a que el objetivo de cualquier proceso de comunicación actual es mantener la intermediación a través de formas ficticias de contacto que sugieren una cohesión social.
La mayor parte de los mecanismos que existen en la actualidad, para conectarnos, que es la expresión que ha entrado a sustituir la tradicional, comunicarnos, dan la impresión de universalidad, de que nos hallamos los unos pendientes de los otros, de que existe un flujo inconmensurable de información y de que por ello somos cada días más desarrollados, pero esta impresión comienza a diluirse cuando conseguimos saltar la barrera de la alucinación y hallamos los detalles y los fines ocultos que tiene esta nueva estrategia para mantener activa la esperanza de contacto del ser humano, porque mantenerse relacionados los unos con los otros es una necesidad imperiosa de la especie humana.
Cuando entramos en esos detalles advertimos que cada persona está interactuando simultáneamente con muchas más durante la operación de contacto que realiza a través de una cualquiera de las denominadas redes sociales, y esa sola razón nos autoriza para afirmar que la atención del uno no está puesta específicamente en lo que expresa uno cualquiera de los otros, que se encuentran, no al otro lado de la línea, como solía decirse cuando la comunicación era a través del teléfono, sino en cualquier lado, cuya ubicación geográfica poco o nada importa, porque el objetivo de dicha conexión es intermediar, pues generalmente no se saca nada en claro debido a que una importante porción de las conversaciones iniciadas en las redes se diluyen por la falta de concreción temática, y porque el objetivo esencial de la mayor parte de las personas que van por la red, es conjurar algo de la soledad que está institucionalizando la contemporaneidad.
La cantidad de datos, que no es necesariamente información, ni mucho menos conocimiento, que pasa por nuestro lado, en todo momento, y mucha de la cual transcurre de manera vertiginosa, gracias a su volumen alcanza a sugerir la posibilidad de acceder a un conocimiento amplio y formativo, pero se queda solo en la sugerencia, porque cuando dichos datos se cruzan en las conversaciones, o chateos, para llamarlos con términos adecuados al momento actual, no aparecen por ser convocados para soportar con demostraciones de saber un tema que se esté tratando, sino porque son parte de los elementos destinados a llenar espacios vacíos para evitar que quien está interactuando se detenga en ellos y abandone el ejercicio lúdico que le ofrece la red.
Las redes, pues, son vehículos para transportar elementos destinados a generar espacios de intermediación entre las personas, y dar al mismo tiempo la idea de que se está produciendo una cohesión social, por el simple hecho de que existe una conexión permanente y simultánea entre éstas.
La cohesión social es algo cuya sostenibilidad implica la consideración de elementos históricos que garanticen al ser humano la conciencia de que el desarrollo es consecuencia de un proceso dentro del cual están relacionados pasado, presente y futuro, y la intermediación es un acto transitorio cuyo objetivo es resolver situaciones que no trascienden más allá de las necesidades individuales.
He aquí un reto a quienes suben al escenario para dirigirse al público, que consiste en averiguar sin con sus relatos o representaciones están ayudando a promover la intermediación o recuperando espacios para la cohesión.