Otras escenas

La sombra del paisaje

El otoño lleva a Olot innumerables grupos de turistas. El paisaje en esta época es una atracción impresionante a la que los foráneos nos entregamos atónitos. El entorno natural y la historia de la zona han convertido la capital de la Garrotxa en una postal insólita, en la que la gastronomía y la cultura también funcionan como motores turísticos importantes.

El entorno natural ha protagonizado muchos de los proyectos culturales nacidos en la localidad. La sombra del paisaje ha recorrido y recorre producciones, ciclos, festivales y programaciones. Entre los relacionados con las artes escénicas, el desaparecido Panorama o ‘Sismògraf’, el festival especializado en danza y paisaje.

Inspirado en manifestaciones de gran popularidad como la ‘Fête des lumières’ de Lyon, ‘Lluèrnia’ es una de las últimas raras avis que dicha localidad ha presentado. Se trata de un festival de seis horas de duración que tiene como ejes temáticos la luz y el fuego, y que se propaga por toda la ciudad a modo de gran instalación, ocupando espacios emblemáticos que, revelados bajo la perspectiva de los creadores participantes, se proyectan con halos entre sorprendentes, algo misteriosos y casi espirituales.

Se trata también de una gran acción de muy bajo presupuesto sustentada por la participación ciudadana. Me comentaba Pep Fargas, el director artístico de ‘Lluèrnia’, que más que quinientos voluntarios, sin contar alumnos de las escuelas de la demarcación, habían participado en la velada. Ante semejantes iniciativas, me invade una sensación contradictoria, compuesta. Por un lado me emocionan las enormes posibilidades del trabajo con voluntarios, y la capacidad y la fuerza que podemos llegar a tener cuando nos organizamos para llevar a cabo un sueño en el que creemos, sobretodo en tiempos como los que corren, en los que los sueños se roban o duran poco. Por otro lado, me pregunto si con acciones como ésta no les estamos dando la razón a los que creen que el gasto en cultura es innecesario, y que el asociacionismo y el mundo amateur pueden abastecer perfectamente las necesidades de circo y fiesta del populacho.

Más allá de esta sensación, la tarde de este sábado 9 de noviembre de 2013 fue una tarde mágica. Caminos de candelas, proyecciones inesperadas, esculturas de luz y esculturas iluminadas, música y músicos entre faroles, solares ocupados por luces secretas, sombras bailando en fachadas o platos especiales cocinados en la calle -como las hamburguesas con forma de bombilla aderezadas con peta zetas-. Una ensoñación entre parajes trémulos, olor a cera, parafina o madera quemada, e intervenciones más o menos escénicas relacionadas con la luz y el fuego. Esperemos que la tercera edición del festival sea tan exitosa -incluso más- que esta segunda, y que responsables políticos municipales, provinciales, comerciantes y vecinos en general sean capaces de entender las enormes posibilidades –turísticas o no- de esta nueva y brillante iniciativa.


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