Tiene sentido
Las externalizaciones, privatizaciones, entregas de responsabilidades de las instituciones de sus edificios de titularidad pública y sus contenidos, es decir la programación, está empezando a abrir un debate, de tono menor todavía, muy pegado a los acontecimientos, pero que de mantener el espíritu del mismo y sacándolo de la urgencia del caso actual de los teatros municipales de Madrid, nos podría llevar, como algunos reclamamos, a revisar el modelo de estructura de producción y exhibición que mantenemos, el sistema, para explicarnos mejor, que ahora vive en estado de inquietud por una acción puntual, para mí una manera de salirse por la tangente, de publicidad de gestión y de dejar todo peor que lo que está, como puede ser el plan Platea, del que esperaremos resultados ya que hemos sufrido en nuestras carnes en vivo y en directo una defensa numantina, desde el INAEM y desde uno de los que van a salir beneficiados del mismo.
No queremos ser agoreros, mantenemos una distancia crítica desde la experiencia y desde el análisis de los datos: si van a seleccionarse cerca de quinientos espectáculos, si se ha reducido el número de salas o teatros participantes, si quieren abarcara a todos los géneros, ¿a cuánto va a salir por compañía y teatro? Cosas semejantes se han visto en otros lugares, no lo mismo pero con la misma buena intención (insisto en que estoy convencido que se hace con buenas intenciones) de reactivar la contratación, pero una vez se agoten estos millones, ¿qué? ¿Cómo van a presupuestar dinero para contratar cultura en vivo y en directo en los municipios pequeños si saben que les llegará gratis, a taquilla, espectáculos desde el INAEM? La experiencia nos dicta prevención. No quitar ilusión. Y si todos se conforman con dos o tres funciones por año, pues así nos va. Este sistema está acabado. Lo dice hasta Jaume Colomer que tienen muchos seguidores en estos asuntos.
Pero escribo esta homilía lunera desde Durango, en México, en plena celebración de la Muestra Nacional de Teatro en su trigésima cuarta edición, y después de ver un espléndido montaje de la Compañía Nacional de Teatro, una versión actualizada, con una dramaturgia realmente excepcional del «Círculo de Tiza Caucasiano» de Bertold Brecht, con dirección escénica del titular de la misma, Luis de Tavira. La primera impresión tras sus cuatro horas de derroche de teatralidad, puesta en escena, actuación y rigor en todos los planteamientos estéticos, políticos, técnicos y artísticos, es de que estábamos ante un hito, ante un montaje de esta Compañía que puede ser legendario por la calidad de todos los componentes utilizados.
Pero la reflexión posterior, es que al ver este tipo de montajes, de estos trabajos de esta alta calidad, es que sí tiene sentido la existencia de las compañías nacionales, siempre que estén a este nivel artístico, organizativo y de servicio general a los públicos y al resto de la comunidad teatral, en este caso la mexicana. Deben formar parte del mismo ecosistema cultural y teatral, no formar islotes aislados. Y desde luego son instrumentos caros, en muchas ocasiones un simple símbolo externo del poder como podría entenderse con una mirada menos condescendiente. Los países que logran un equilibrio entre lo público, absolutamente reconocido y bien reglamentado y lo privado, suficientemente amparado, ayudado y promocionado, son los que logran mejores niveles artísticos y de asistencia de públicos. Porque una cosa va unida con la otra
En este caso al que me refiero se pudo ver en un teatro de un Estado mexicano periférico, una obra monumental, con más de veinte actores y músicos en escena, con un montaje complejo, hecho con las mismas condiciones que en su sede capitalina. Y la obra no es complaciente, es crítica, explícitamente crítica con el poder, con las guerras, se ha llevado la anécdota de la obra al México actual, se entiende perfectamente y se disfruta de cuatro horas, cuatro, de Gran Teatro. Así sí se puede apostar por estas instituciones que deben ser locomotoras, que deben ser realmente estatales, y no tan localistas y garbanceras como algunas de las que existen en el Estado español.
El sistema teatral actual español está debilitado no solamente por la crisis y por el IVA, sino porque no ha evolucionado en décadas y en que hay que volver a pensarlo y a tomar decisiones para las próximas décadas. Y definir para qué y por qué un CDN ahora mismo por cuestiones estructurales y políticas tan centralizado y cada vez más empobrecido. Creerse que lo que se hace actualmente es lo mejor posible, es un suicidio intelectual, una renuncia teatral, una desfachatez. Es darle la razón a la oligarquía privatizadora que cada día come un trozo más del pastel con total impunidad y complicidad. A los hechos me remito.