La voz antigua

La exposición de la imagen

En fotografía, se llama exposición de la imagen, a la cantidad de luz que llega al material sensible durante el proceso de formación de la imagen latente; esta exposición depende de la luminosidad del motivo y de la cantidad de luz que se deje llegar al material sensible mediante el tamaño de la apertura del objetivo y la velocidad de obturación.

En la antropología, la imagen tiene un tratamiento distinto pero también relacionado con la exposición y la mirada del recibe la imagen o la construye.

Hans Belting, en su Antropología de la Imagen, nos habla de la imagen, y de su construcción en el cuerpo y de su relación con el medio que la porta; estableciendo la relación entre imagen y medio portador como las dos caras de la misma moneda, como dos caras «a las que no se puede separar, aunque estén separadas por la mirada y signifiquen cosas distintas».

En su tratamiento de la imagen, Belting define la imagen como algo que es «más que un producto de la percepción», como algo que se manifiesta «como resultado de una simbolización personal o colectiva» y nos habla de la relación entre imagen y mirada, estableciendo el paso por la «mirada» o por el «ojo interior» como algo que puede «entenderse como una imagen o transformarse en una imagen». Es el paso por la mirada, interna o externa, el que genera la imagen, que se percibe con el cuerpo.

Belting nos plantea un mundo en el que «vivimos con imágenes», en el que «entendemos en imágenes», un mundo en que «leemos imágenes» y en el que el ser humano no es el «amo de sus imágenes» sino el «lugar de las imágenes», que toman posesión de su cuerpo.

En este proceso de vivir, entender y leer en imágenes, Belting habla de la percepción de las imágenes como un «acto de animación», como una «acción simbólica» en la que el concepto de «medio» solo adquiere significado verdadero cuando «toma la palabra en el contexto de la imagen y el cuerpo», cuando «la distinción entre imagen y medio nos aproxima a la conciencia del cuerpo».

Es en este acto de percepción de la imagen y de toma de conciencia del cuerpo, cuando la memoria y el recuerdo llegan hasta nosotros; memoria como «archivo de imágenes propio del cuerpo» y recuerdo «como producción de imágenes propia del cuerpo». Memoria y recuerdo, que representan, para Belting, la diferencia entre el acceso a imágenes almacenadas en el cuerpo y la generación de nuevas imágenes.

Y en este contexto de imagen: fotográfica en el tiempo de exposición; y antropológica en la discusión entre imagen y medio, memoria y recuerdo, me pregunto qué lugar ocupa la imagen en el teatro, ¿Cómo se expone el espectador a las imágenes externas que son generadas por los actores? ¿Qué imágenes internas se generan en él a causa de las imágenes generadas por otros?; me pregunto si el espectador, en ese proceso de exposición, accede a las imágenes propias de la memoria por activación externa o si por el contrario se activa el proceso del recuerdo reconstructor de imágenes nuevas; me pregunto si como espectadores, al estar expuestos a imágenes externas de gran intensidad accedemos a otras imágenes, internas, almacenadas en la memoria de nuestro cuerpo; o si por contrario, al intentar recordar en ese proceso «imaginario» de imágenes, generamos nuevas imágenes en nosotros que nunca existieron con anterioridad en nosotros.

Dentro de la capacidad generadora de imágenes del teatro, hay momentos, los que la cualidad fotográfica en la exposición de las imágenes se hace más patente, hay momentos en los que la imagen por si sola «es», más allá de otros posibles condicionantes.

Hay piezas teatrales que, en la generación de imágenes, convierten deliberadamente al espectador en material sensible de exposición fotográfica; un espectador-material sensible hecho carne-espectador; un espectador en el cual se producirá la formación de la imagen latente que se revelará con el tiempo; una imagen latente construida por miles de imágenes presentes; una imagen construida por superposición, por avalancha de imágenes, que a velocidad vertiginosa se irán generando ante sus ojos de espectador asombrado.

Hay piezas teatrales en las que la exposición lumínica sobre el material sensible del espectador, se ve transformada en exposición sonora, piezas en las que la luz se transforma en sonido, piezas en las que son los cantos y sonidos de construcción y destrucción de imágenes los que manejan el obturador que darán lugar a la imagen final en el espectador.

Una de esas piezas en las cuales la generación de imágenes se produce a través de un sonido conductor fue el espectáculo Armine, Sister que ha sido recientemente estrenado en el Instituto Grotowski en Wrocław; en este espectáculo, que forma parte de un proyecto que trata sobre la historia de los armenios en Anatolia y de su cuasi-exterminio en las primeras décadas del Siglo XX, el espectador se ve sobrecogido por las imágenes que se revelan ante sus ojos y de las que sin saberlo se convierte en papel fotográfico; él, espectador, se convierte en el testigo de los testigos, en la imagen generada en el tiempo.


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