Exceso visual y auditivo
A veces se nos ocurre pensar que la contemporaneidad es un desfile de curiosidades, en el cual transcurren improvisaciones irresponsables, teorizaciones desmañadas, el tiempo sin medida, el espacio sin límite, las cosas en tumulto, la indiferencia como bandera, el facilismo como estrategia, la irresponsabilidad como método de vida, etc, y que su mayor esfuerzo consiste en cimentar un discurso neutro, cuyo objetivo es disminuir la capacidad de curiosidad del actor, y convertirlo en un espectador pasivo.
El asunto no es nuevo, pues las formas de manipulación de la conciencia del individuo siempre han estado latentes en la historia, y afloran con mayor o menor fuerza, dependiendo de la posición que ocupe el ser humano en ese proceso constante de búsqueda de explicación y de conocimiento, para ponerlos al servicio de su desarrollo social.
Estas formas de manipulación se presentan en sociedad, como novedades, y muestran una imagen de controversia, para ajustarlas a los deseos de cambio, que son los que hacen aflorar estas formas, y una parte fundamental de dicha manipulación se encuentra en la adecuación del lenguaje, algo sobre lo cual ya hemos escrito, mediante la aplicación de nuevas denominaciones a las palabras, para hacer más denso o liviano su peso ideológico, según sea el nivel de inquietud social del momento.
La estrategia, que hemos denominado disminución de la curiosidad, y cuyo objetivo es maquillar la realidad, para solapar los grandes problemas sociales generados por los agresivos esquemas económicos actuales, ha encontrado canales, habilitados por las circunstancia, para facilitar su tránsito, como son, el crecimiento descontrolado de las urbes, la dispersión del pensamiento producido por dicho incremento de urbanismo, y porque en medio del mismo todas las luchas de supervivencia del ser humano terminan confluyendo en la solución de los asuntos materiales, desamparando otros elementos necesarios para el desarrollo como son la educación y la cultura.
También ha encontrado esta estrategia un canal muy apropiado para la manipulación, como es la necesidad de entretenimiento constante, debido a la utilidad de éste, para paliar los trastornos individuales, generados por esa disputa cotidiana, conocida coloquialmente como lucha por la vida diaria, cada vez más encarnizada y generadora de discordia.
Un canal adicional, muy útil a esta estrategia de disminución de la curiosidad, es la aparente facilidad de acceso al conocimiento y a la interacción social, que ofrece el avasallador desarrollo de una tecnología, que nunca termina por aprenderse, debido a la aparición sistemática de nuevos modelos, generando con ello una curiosidad liviana, que sugiere la exclusión de cualquier actitud de análisis, y por ello con plena capacidad de aturdir a la otra, es decir, a la disminuida por las formas de manipulación, en caso de que quiera expresarse,
Esta disminución de la curiosidad es bastante visible, y mucho más en aquellas actividades que tradicionalmente han convidado a la reflexión y al análisis, como las artes, sobre todo las escénicas, por ser las más dicientes y estar más cerca del receptor, porque las consecuencias de dicha curiosidad siempre han significado un obstáculo en el desarrollo fluido de la manipulación ideológica.
La contemporaneidad parece estar licenciada para hacer y decir, sin controvierta. ¿Hacia dónde nos llevará tanta indiferencia?
Se aproxima la navidad, considerada por muchos como tiempo para la reflexión. Reflexionemos.