Otras escenas

‘Drôles de Noëls’

A mediados de diciembre se otorgaban en la carpa del circo Raluy, instalada en el puerto de Barcelona hasta el nueve de febrero, los premios Zirkólika de circo. Ya en su cuarta edición, y tras vivir algún momento complicado, puede decirse que se han convertido en una cita importante para la profesión. Se trata de una fiesta que reconoce y da notoriedad a las acciones de circo que se llevan a cabo en Cataluña. Estaba todo el mundo: artistas, instituciones, prensa… y también espectadores que asistían a la gala que se llevó a cabo una vez finalizada la entrega de premios, un entretenimiento concebido para la ocasión dirigido por Jordi Purtí y presentado por Marcel Gros.

Otro Marcel, Marcel Vidal y su grupo ‘Marcel et ses Drôles de Femmes’ fue una de las compañías galardonadas. Se llevaron el premio al mejor número, un número aéreo que forma parte del espectáculo ‘Miss Dolly’. Se trata de una compañía joven, catalano-francesa, recién salida del Centre National des Arts du Cirque de Châlons en Champagne. Tres chicas y un chico, artistas totales: diestros en técnicas circenses pero también con grandes habilidades actorales, y con capacidad para llegar al público de a pie con un discurso inteligente, absurdo, fresco, para nada convencional.

El fin de semana pasado tuve la oportunidad de verles en directo por primera vez y la experiencia valió realmente la pena. Fue en Arles, localidad de la Provenza francesa, en ‘Drôles de Noëls’, un festival navideño muy acogedor especializado en artes de calle. A parte de ellos, otras cuarenta y nueve compañías programadas, con propuestas gratuitas de todo tipo. Entre dicha selección, no obstante, cabe destacar el espectáculo inaugural a cargo de la compañía gala ‘L’homme debout’. Su ‘Venus’ es una experiencia itinerante en la que personajes y objetos gigantes se meten en el bolsillo a los espectadores a golpe de efectos visuales y poéticos.

De esta manera, y durante cuatro días, el frío y los paramentos navideños convivieron con viandantes a la búsqueda de presentes, artistas entregados y espectadores muy bien abrigados. La mezcla era extraña, pero funcionaba. Echaba de menos el sol, los sombreros, las camisetas de tiras o el sudor de los artistas. Una vez dentro de cada espectáculo, no obstante, la misma sensación de siempre, la de estar en casa.

Después del último espectáculo de cada tarde, charla agradable con la familia, un plato caliente y buen vino. Una paz extraordinaria. ¿Se le puede pedir algo más a unas buenas navidades?


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