El nuevo concepto de espacio
El diseño economicista, impuesto a todas las gestiones, y derivado de las nuevas denominaciones, inventadas para hacer más confiable una actividad, emparentándola con la utilidad y la ganancia, ha modificado sustancialmente muchos conceptos, entre ellos el de espacio, entendido ahora como un área física, cuya ocupación, o relleno, es requisito fundamental para definir la importancia social de un hecho, pues entre más lleno se encuentre el espacio, más impacto tendrá en sociedad lo ejecutado dentro de él, y por ende una mejor calificación al momento de ser evaluado.
El espacio, ya no se explica como antes, cuando parte de una definición podía quedar en el tintero, porque existía la práctica del estudio continuo, de la averiguación constante, y de la elaboración de un proceso, y existía por ello la posibilidad de volver sobre los hechos, para seguir construyéndolos, porque nada se daba por terminado, y de acuerdo con las concepciones de entonces, el espacio era algo así como un entorno dentro del cual no solo cabían cosas, sino personas, ideas, emociones, pasiones, acciones, actitudes, en fin, un perímetro dentro del cual cabían la vida y sus circunstancias.
Los nuevos lenguajes, adaptados a las condiciones de vértigo de los tiempos actuales, inventados para hacer ajustes ideológicos y habituar al ser humano a condiciones cada vez más distantes de su objetivo social, han ido comprimiendo poco a poco los conceptos y es por eso que hoy en día el espacio se puede definir, sin dejar ninguna incomodidad moral, tal como lo hemos definido en el párrafo anterior, y por eso se ha convertido, en un requisito, su ocupación, con el mayor número de personas, al momento de hacer un espectáculo, porque es la cantidad el punto a partir del cual se define hoy en día todo proceso evaluativo.
Ya hemos afirmado en muchas oportunidades que la actividad cultural no escapa a las exigencias del cuanto, al momento de evaluar un proceso suyo, porque ya es parte de la estrategia económica de la sociedad, y por eso existen quienes viven obsesionados con la idea de hacer un espectáculo sobre el cual abunden los comentarios a favor, por la masiva asistencia de público al mismo.
La obsesión por el espacio lleno ha ocasionado una desviación rotunda en la misión, en la visión y en los objetivos de las disciplinas artísticas, y es dicho desvío, una de las razones por las cuales el creador, si es que aún se le puede llamar así a quien produce una obra catalogada con el nombre de arte, al momento de concebir su obra, desecha estrategias, tradicionalmente usadas para establecer un diálogo con el espectador, al momento de presentarle su obra, y se dedica a urdir otras con el objetivo de complacer a un público, cuya presencia masiva se espera, para llenar el espacio y generar la impresión de éxito.
Existen disciplinas artísticas malogradas como consecuencia de la obsesión del espacio lleno, sobre todo las tradicionalmente realizadas en espacios pequeños, dentro de los cuales solía producirse un diálogo tácito entre la escena y la sala, y que hoy en día resulta irrelevante, debido a las exigencias de la inmediatez.
Muchos de los antiguos gestores de estos espacios han sucumbido a la ilusión de hacer un espectáculo, y escuchar en los camerinos, antes de su ejecución, que el público se halla a las puertas, disputándose, a empellones, un lugar en la fila, para alcanzar un espacio en la sala.