Fobofobia
Juan Salvo: ¿Por qué mueres? ¿Por el golpe?
El mano: No por el golpe, sino por el miedo.
El diálogo pertenece a la novela gráfica El eternauta, de Oesterheld y Solano López. El mano le explica al protagonista que en su propio cuerpo ha sido instalada una glándula artificial. En el caso de los seres humanos, cuando un peligro los amenaza, hay glándulas que vierten en la sangre sustancias que los prepara para la defensa, como la adrenalina. En el caso de los manos, las sustancias que el terror vierte en la sangre actúan sobre esa glándula artificial y ésta pasa a segregar un veneno que los mata en minutos. Entonces, es necesario evitar el miedo. Entonces, es necesario evitar el riesgo. Entonces, es vital no atreverse. Entonces, es fundamental que no intenten rebelarse o el miedo acabará con ellos.
En este mes de enero me he descubierto rodeada por el miedo que he ido leyendo en muchas de las anotaciones de 2013. Son notas que hablan de miedo en espectáculos, citas de textos y notas de prensa que parecen evidenciar cómo el miedo se nos ha ido colando hasta la médula. Incluso hace unos días, en el espectáculo desmontable «O pack cósmico», el presidente de un gobierno recibía una caja llena de miedo procedente del grupo de elegidos del que forma parte. Ante el temor que suscita la apertura de la caja, ante el miedo que la amenaza desata, en la propuesta señala dos soluciones para afrontar el pavor: o la de meterse un dedo en el culo -para que el miedo no entre en el cuerpo- o llenar el cuerpo de miedo hasta no poder más.
También está presente el miedo en algunos de los textos que me gustaría compartir aquí. Uno de ellos es «A instalção do medo», de Rui Zink (Lisboa, 1961): una aparente novela cuya forma dialogada atrapa a la lectora y la arrastra al corazón de la acción con las dosis justas de tensión, acidez, ironía, crítica y sorpresa.
Dos hombres llegan a la casa de una mujer para instalar el miedo. Lo hacen siguiendo los decretos establecidos por la ley, lo hacen en nombre del progreso y por el bien del país. No hay excusas para rechazar o esquivar los cometidos de la pareja. La obra huele a Kafka y a Beckett y, además de ser una metáfora del terror de los mercados que nos asedia en este siglo XXI -por cierto, en este 2014 celebramos centenario de la IGM-, es un repaso de todos los pequeños miedos que heredamos y que se nos llevan instalando en la médula desde siglos y siglos y amén.
En los diferentes encuentros con el público que Rui Zink tuvo en Galicia, el autor explicaba que en la búsqueda de la voz del libro, entendió que éste debía ser un texto crudo. Un texto como el sushi: elaborado pero crudo. Así, la forma dramática elegida contribuye a presentar la situación desnuda, oyendo directamente a los personajes, mirando desde sus ojos. No es un libro que hace una previsión del miedo que va a venir, sino que dibuja el miedo que nos rodea en una época donde los dirigentes pronuncian frases como «Es una urgencia disminuir los salarios» o «Quien quiera sanidad, que la pague». Son formas de repetir la mentira hasta que la mentira se instale como verdad dentro de lo que Zink denomina «genocidio hipnótico».
Arrancarse la glándula del miedo. ¿Cómo hacerlo sin que el miedo no acabe antes con nosotros? Ya lo señalaba Karl Valentin en el texto «E non se pode exterminá-lo?», en el que se hablaba de si no era posible acabar con el capitalismo o con la explotación del ser humano por el ser humano. Y la respuesta era que no, por el miedo. Por el miedo a pasar hambre, una persona aguanta; por miedo a quedar sin casa, una persona aguanta; por miedo a quedar sin trabajo, una persona aguanta; por miedo a quedarse sin nada, una persona aguanta quedarse sin nada.
Vencer el miedo al miedo. Vencer la fobofobia. Fobofobia. Localizo el término en la lista de fobias que a modo de epílogo la dramaturga Clara Gayo (Vigo, 1971) ofrece en el texto «Agorafobia, parálise sobre o medo» -que también me apetece compartir, pero eso será la semana que viene. Vencer el miedo al miedo. ¿Cómo? A mí se me ocurren tres fórmulas: o educándose en solidaridad y confianza, o llenándose de terror hasta volverse inmune o andar con un dedo en el culo -y perdonen lo soez-, como el ya mencionado presidente.