Escuchar la danza con Anne Teresa de Keersmaeker
Hacer durar lo efímero. Preservar el deseo. Ahí se nutre la tensión dramática del fauno que se resiste al abandono de las ninfas en L’APRÈS-MIDI D’UN FAUNE (1876) de Stéphane Mallarmé. El poema bucólico que inspira PRÉLUDE À L’APRÈS-MIDI D’UN FAUNE (1894) de Claude Debussy. ANNE TERESA DE KEERSMAEKER crea una coreografía que actualiza el lenguaje dancístico asociado a la mítica de Vaslav Nijinski, realizada en 1912 cuando el bailarín tenía 23 años.
Keersmaeker recoge un fragmento original de la coreografía de Nijinski, ejecutado en silencio, bajo un foco fresnel enorme de luz lunar, cenital, que se cierra y abre mediante unas cortinillas creando el efecto de un párpado. El foco colgado a la vista del público hace el efecto de un ojo. Las formas angulosas de las poses hieráticas que van evolucionando en el movimiento diseñado por Nijinski evocan esculturas antiguas. Cuando suena la música, las carreras de las dos ninfas en la vertical, en oposición a los giros del fauno en la horizontal, se vuelcan hacia una abstracción coreográfica, dentro de la poética de Keersmaeker, en la que el movimiento es música en si mismo sin plegarse a ningún tipo de ilustración, sin soportar un significado externo a su propia dinámica física y energética. No obstante, el cuadro impresionista de Debussy, de sonoridad delicada y vaporosa, no se pierde sino que se eleva sutil.
Este PRELÚDIO À SESTA DE UM FAUNO es la primera parte del PROGRAMA ANNE TERESA DE KEERSMAEKER de la COMPANHIA NACIONAL DE BAILADO (CNB) de Lisboa, que se pudo ver en el Centro Cultural Vilaflor de Guimarães el 11 de enero de 2013.
La colaboración entre la CNB y la coreógrafa belga comenzó en 1998, cuando creó LISBON PIECE, única obra de Anne Teresa de Keersmaeker coreografiada para una compañía que no fuese la suya propia, ROSAS (fundada en 1983).
La segunda parte del PROGRAMA es GROSSE FUGE, con la música de Ludwig van Beethoven (Grosse Fuge, op. 133). Un prodigio dual que aúna la complejidad extrema de este cuarteto de cuerda, compuesto cuando Beethoven ya estaba casi totalmente sordo, y un movimiento dancístico coral hipervigoroso en el que llaman poderosamente la atención los saltos combinados con una gestualidad de brazos y puños alzados.
Un grupo de bailarines, vestidos con trajes negros y camisas blancas, ejecutan una danza exigente, con momentos veloces de gran virtuosismo. Una especie de turbulencia euforizante se apodera del escenario. La danza es otra música, es el movimiento puro que despliega esquemas complejos en su espacio dinámico.
La iluminación vuelve a ser un elemento principal, siempre lo es en las obras de Anne Teresa. Pauta el espacio de manera móvil. Los focos están colgados a la vista del público, en esa estética posdramática que huye del fingimiento y afirma la materialidad heterogénea de los elementos escénicos que actúan en un espectáculo, sin esconderlos sino poniéndolos en evidencia y resaltando su juego. La luz traza tres líneas paralelas sobre el linóleo negro, como tres cuerdas incandescentes que cruzan el escenario de un lado al otro. Cuando los bailarines acaban un movimiento se enciende una línea en el fondo, paralela a las anteriores, entonces ellos van hacia allí y se quitan las chaquetas, se remangan las camisas, se secan el sudor. En otras transiciones los descansos entre los violentos «rounds» dancísticos tienen lugar en los laterales, recomponiéndose como en un deporte, mostrando esa parte que la danza clásica esconde entre bambalinas.
La luz genera espacio y movimiento. La coreografía genera espacio y movimiento. La música genera espacio y movimiento. Tres líneas que se intersectan a veces, que se apoyan en una harmonía compleja de transmutaciones, que sin perder su autonomía se suman y nos toman al abordaje. ¡No hay tiempo para andarse con historias!
La tercera parte del PROGRAMA de la CNB es la NOITE TRANSFIGURADA de Arnold Schönberg. Que nos introduce, igual que en el Prelúdio à sesta de um Fauno, en una atmósfera de ecos románticos, inspirada en un poema de Richard Dehmel sobre el amor que es capaz de sobreponerse a la infidelidad. La tensión dramática viene de ese conflicto.
El espacio escénico para esta NOITE TRANSFIGURADA se limita a unos altos troncos, metonimia de árboles cuyas copas no vemos, metonimia de bosque. Las hojas no están en el cielo sino por el suelo. Se trata de hojas rojizas dispuestas radialmente encima del linóleo negro. Los troncos se acumulan en el ángulo izquierdo, del que proviene un haz de luz blanca, como si entrase a través de una puerta surreal y se filtrase entre los troncos describiendo radios lumínicos semejantes a los riegos de hojarasca roja del suelo.
Los bailarines, de traje negro, nos dan la espalda y permanecen de pie, hieráticos, con la vista perdida en el fondo. Las bailarinas sentadas por el suelo, evolucionan en la horizontal con profusión de giros, elevaciones y caídas. Partes corales y duetos con una dimensión expresiva muy poderosa alrededor de las relaciones afectivas de pareja.
En NOITE TRANSFIGURADA, al igual que en PRELÚDIO À SESTA DE UM FAUNO, hay una cierta teatralización muy sutil, derivada del contenido narrativo de ambas composiciones basadas en poemas. Pero la coreografía no representa una historia sino que decanta sus esencias, la sublima en el movimiento.
En estos dos casos, además, llama la atención el empleo de un vestuario también teatral, que remite a los personajes (ninfas, fauno, en la primera. La novia de blanco, vestidos coloridos con mucho vuelo en los giros… en la segunda).
Sin embargo, una de las características generales del trabajo de Anne Teresa de Keersmaeker es tender a un cierto purismo, al «menos es más», y utilizar ropa y calzado propios, adecuados para bailar, sin marcas extraordinarias o teatrales.
En PARTITA 2 junto a Boris Charmatz, con música de Johann Sebastian Bach, interpretada al violín por Amandine Beyer, en el pasado Festival d’Avignon (Cour d’Honneur du Palais des Papes), podíamos observar las claves casi desnudas de su poética: Escuchar la danza y ver la música, partiendo de un grado cero, tanto desde el movimiento: la danza surge de la marcha, del caminar; como desde el vestuario: la ropa común, propia de Anne Teresa y Boris, sin que el vestido cree una barrera o una pose especial.