Zona de mutación

Acción dadora

La acción como contra-espectáculo, en protesta a los males de cierto activismo que muy bien describe Amador Fernández-Savater en su artículo «La acción como una de tantas ilusiones» (http://www.altediciones.com/maldeojo/02002.htm), no puede menos de propender actualmente a desmontar los ‘servicios’ culturales expresados en un síndrome que podemos catalogar de ‘espectaculosis’.

El arte que históricamente se nutre de la acción como agente desencadenador de movimiento, de historias, de relatos, de transformaciones personales y sociales justamente ha de reorientar el sentido de la misma para no caer en un activismo pagado de sí mismo y simultáneamente inocuo.

Pareciera que hoy por hoy la primera manifestación de acción creadora implica el salto elusivo de los garfios atenazantes y manipuladores. Si todo es teatro, nada lo es (Luis de Tavira).

Cuál es la acción diferencial capaz de evitar que en las circunstancias presentes, el teatro sea una gota de agua que cae en el océano espectacularizante, asimilado por dilución, sin la entereza para confrontar con todo un mundo que succiona con fuerza centrípeta e instrumentaliza en funcionalidades a-críticas que no obstante pasan por justificar y dar sentido a la propia creatividad teatral. Una acción inatrapable, en fuga. Una acción mercurial, a la que basta querer atrapar para que se escurra o escinda en sub-unidades que pueden volver a reunirse a la primera oportunidad, beneficiada de su propia liquidez. Acción mutante, acción en devenir. Acción nómada. No puede imaginarse una acción, dada esta caracterización, que en su transcurrir no sea capaz de exponer, mellar, deconstruir, cómo se orquesta el espectáculo. Bien dice Savater, se impone no funcionar en el espacio enemigo.

La dramaturgia sensórea que orquesta perceptivamente las soluciones, minada por acciones suversivas. La acción que vale por sí misma, que no se mimetiza expresa una dinámica refundante, un nuevo pulso montado sobre voluntades prístinas, sobre mentes límpidas. Dónde se origina la acción. Puede haber acción por sustracción de sus dinámicas obvias y captables. La acción que tiene un designio, que es sin por qué. La acción generadora capaz de irrumpir en su propio advenir, hacia otras dimensiones. La acción inesperada. La que no fue catalogada por las políticas de marketing. Una acción adventicia tiene fuerza configuradora.

Una acción que sigue siendo física. Una acción de cuerpos, obvio que ya no de organismos. CsO, espiroquetas de la materia gris del sistema. Cuerpos olvidados del dolor, del dolorómetro que reencauza su bíblico tormento. Cuerpos accionados por la felicidad de los poetas. Acción volátil, dúctil. Acción des-escribiente, acción borradora de la vil espectacularización oprimente. Acción contramarcha a la pulsión consumidora. Acción caricia con poder de figurar el rostro capaz de recibirla. Acción beso, acción abrazo que dinamiza las orquestaciones de las propias artes que depuran, se acicalan para mejor rendir como espectáculo en el Espectáculo.

¿Acción de poetas sentados? No, acción que transfigura el esquema corporal. Acción directa que no se suma a lo real, acción que crea realidad. Acción desacelerada de aquellos motivos que la usufructúan para que pase algo. Acción interna, sostenida, permanente. La vida no pre-existe a la acción. Acción que vivifica a la Vida porque está activada. La voluntad de los idiotas útiles tiene mala combustión. Poluciona. Satura en la autoconformidad con sus razones ideológicas.


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