Estoy en la fila para pagar en Ta Ta y pienso: qué problema que hay con el ritmo, y nadie lo nota. El asunto no era que la cajera fuera o no veloz, era la lentitud extrema y mi observación hasta el detalle. Hasta que me doy cuenta que estoy obsesionada con el gesto y sus finales,que no tengo una linea única de pensamiento. Son varias a la vez y sigo buscando. Puedo quedarme quieta esperando en la fiambrería y por dentro ordeno: pensamiento para la escena, el actor y su texto, imágenes para la otra obra, amplio, intento sentir lo mismo que el personaje donde el actor se detiene y que nada de eso se note. Trabajo la concentración, la velocidad no es la carrera desenfrenada en la rambla. El pensamiento entrenado da lucidez y ritmo. Eso luego se baja a las emociones, ¿quién dijo que las cosas de arriba y el centro van separadas? En 24 horas paso por la mayoria de estados posibles. Los levanto y los hundo. Me peleo, lloro, río, me equivoco y al final del día ordeno, sistematizo y organizo. Pienso en lo que viví y veo que reciclo, que descarto. No me interesan algunos residuos tóxicos como el rencor, resentimiento, odio, venganza, envidia. No les abro ni una puerta. Trabajo constantemente para que los errores ajenos favorezcan mi aprendizaje sobre el comportamiento humano. No me dentengo en evaluar, juzgar, expulsar. Que la vida fluya, eso también es ritmo.Me voy del supermercado y reflexiono sobre el manejo del tempo, del ritmo que necesito cuando trabajo y luego quedo incorporada con la sensación: le pongo tope a lo que siento. vuelvo a la escena y ahí aplico. La vida se vuelve plana. El sexo tiene ritmo, las relaciones de pareja también. Si podemos abstraernos de los contenidos y lo que ellos nos dan o nos quitan, solamente pensarlo como una partitura. Nos daremos cuenta que la biología es musical. Eso se debe pensar,apenas puedo intervenir la vida, me voy un rato de ella, me voy a mi lugar, por fuera acciono lo que puedo, dentro de lo que logro automatizar y que no se note, siempre que pueda pensar en paralelo el mundo que quiero lo llevo conmigo a todas partes. Logro eso y me da paz saber que no dependo de nada para estar conmigo. Puedo estar encerrada en una habitación sin ventanas o que dé al Cantábrico. No me distrae el paisaje o la ausencia de él, el único paisaje que me alimenta es el humano y sus contradicciones que pulsan para hacer, deshacer y ser. Camino por la calle, intento no hacer nada evitente, o expresivo y atender al máximo los detalles ajenos, me observo, las piernas, los brazos, intento verme. Las cosas cambian alrededor mío, ¿quiénes cambian ? La transformación debe empezar en la soledad de cada uno. Verse a solas con la intimidad. Desde ahí hasta dónde uno puede tolerar, aceptar y dar. Uno se para y observa, critica, juzga. Uno puede hacer mucho y apenas puede. Uno apenas puede.