De la religión y otras hierbas culturales
Se comparta o no la doctrina dogmática de alguna de las religiones contemporáneas que se disputan el mercado de los fieles con promesas de vida eterna, reencarnaciones y demases imposibles de comprobar, es indudable que en todos los tiempos la creencia en divinidades omnipotentes, más allá del sufrimiento provocado, ha generado usos, costumbres, arte, cultura y por supuesto arquitectura cultural acorde al dogma aceptado como verdad suprema.
Desde los Faraones y sus Pirámides construidas por esclavos que al menos tenían que comer, a los Papas y sus Catedrales levantadas con donativos de los pudientes pecadores hechos para comprar metros cuadrados de paraíso, pasando por los Incas que sacrificaban a sus seres más queridos para agradar a Inti, todos y cada uno han construido espacios dignos de la deidad.
Ya sea por ubicación, opulencia o tamaño, el creyente forzó la técnica para agradar al Dios creador.
Los lugares de cultos pasados constituyen hoy tema de estudio y de cultura.
Cuando los Faraones de piedra fueron rescatados de la inundación provocada al hacer la represa de Aswan, ni con toda la técnica desarrollada por siglos, los arquitectos contemporáneos lograron el efecto de que un rayo de sol entrara al fondo de una caverna, solo para el solsticio, efecto que si habían logrado sus predecesores.
¿Cuánta escultura, pintura, danza, canción, dramatización y escritura, no ha generado la religión?
¿Cuánta mezquita, sinagoga, iglesia, templo y lugares de oración varios no ha generado la arquitectura cultural religiosa?
Todo tiempo pasado fue mejor, quizás porque la memoria tiñe de romanticismo sepia los recuerdos.
Y la arquitectura cultural religiosa no es la excepción.
¿Alguien recuerda la construcción en los últimos años de un templo realmente importante?
La Sagrada Familia de Gaudí podría ser una, claro que ojalá no la terminen de construir nunca porque algo de interés turístico perdería.
A escala local podríamos citar algunos ejemplos pero la religión protagonista de tantos fanatismos destructivos, ha perdido fuerza creadora.
O tal vez la religión es otra.
Islas artificiales para instalar hoteles de ultra hiper archi lujo.
Edificios cada vez más altos para evidenciar quien tiene el falo más grande.
Mega estadios donde las decenas de miles de espectadores prefieren ver el espectáculo en pantallas gigantes en vez de ver unos puntitos apenas distinguibles que se desplazan por la cancha.
Todos ejemplos de Titanics que navegan por las aguas de la nueva religión llamada dinero.
¡El dinero no hace la felicidad, la compra hecha!
Para que esperar la incertidumbre de la muerte con su posibilidad incierta de paraíso, si hoy, aquí, ahora, se puede comprar y con algunos deliciosos pecadillos incluidos.
Hoy se compra todo porque todo se vende.
Incluso almas de sicarios que por treinta monedas que ni siquiera son de plata asesinan su propia dignidad.
La creación se compra a medida. El cuadro tiene que combinar con el tapiz del sillón y la canción seducir a los votantes.
Grandes mandantes permiten grandes obras hechas por grandes arquitectos. Y cuando digo grandes, no solo me refiero a la grandeza económica sino también a la grandeza de visión que permite la libertad creativa.
Muchas grandes obras fueron rechazadas en un comienzo ya sea por «raras», innecesarias o porque se excedían del presupuesto.
La torre Eiffel fue rechazada al punto que Gustav Eiffel, confiando en su creación, no cobró honorarios, a cambio eso si de recibir un porcentaje por las entradas que se recaudaran por concepto de visitas. Como buen ingeniero su cálculo fue impecable no solo para su provecho personal sino que para la ciudad de París con su emblemática torre.
La ópera de Sídney como gigantescos veleros entrando a la bahía, casi no pasa a segunda ronda en el proceso de selección hecho en el concurso internacional de arquitectura.
El Museo Guggenheim de Bilbao excede con creces el presupuesto, lo que generó un rechazo inicial en la población.
Ejemplos de arquitectura cultural que han sobrevivido a la ceguera de unos cuantos siembran la historia de la humanidad.
Si solo se aceptase lo conocido, seguiríamos en las cavernas estampando nuestras manos en los muros y comiendo carne cruda.
Sí al gazpacho y el sushi que han traspasado las fronteras. No a la ceguera cultural.
El creador nato difícilmente podrá crear su alimento o pagar impuestos con un poema pero cuando al fin comprendamos, no por explicación racional sino que por asimilación de sentimientos, que cada uno de nosotros es un Dios con el poder absoluto de crear el infinito, seremos los arquitectos de nuestra propia arquitectura cultural, de nuestro sagrado espacio por y para la creación.