Peor su mujer
Es emocionante comprobar cómo hay gentes en este mundo de las artes escénicas que a través del teatro realizan labores en la sombra de una cualidad superior. O acaso más emocionante, gentes de otras profesiones diferentes que aprecian un valor en el teatro que les permite afrontar problemáticas concretas a través de la expresión artística. Me explico. Durante dFERIA 2014 apreciamos y aprendimos sobre la experiencia de personas que trabajando con colectivos en dificultades o en situaciones delicadas se sirven del teatro para avanzar, para ayudarles a descubrir sus potencialidades, para facilitarles entrar en dinámicas de mejora y superación, y para facilitarles afrontar su cotidianidad desde puntos de vistas no convencionales.
Natividad Villar, Directora de la Escuela Municipal de Teatro Ricardo Iniesta en Úbeda, provincia de Jaén, nos explicó su trabajo teatral con colectivos de discapacitados y como a través del teatro ha conseguido pasar de grupos formados únicamente por discapacitados a grupos mixtos superando, en parte, las aduanas invisibles que sufren estas personas. Aduanas parecidas sufren colectivos por su clase social o económica en cualquier ciudad del mundo, Manuel Muñoz, Coordinador de Teatro de la Inclusión en Sevilla, ilustró su trabajo en barrios de Sevilla de esos que no salen en las fotos oficiales, por su parte, Octavio Arbelaez, Director del Festival de Teatro Manizales, colombiano universal, realizó un recorrido de situaciones de exclusión en diversos países latinoamericanos. ¿No existen aduanas invisibles por motivos de la procedencia o de la etnia?. Fue el turno de Karlos Nguema, actor y profesor de danza donostiarra, quien habló desde su experiencia y Javier Marchante, profesor del Aula Temporal de Adaptación Lingüística en Río Andarax, en Almería, relató su experiencia con colectivos musulmanes tan intensa como transformadora. Finalizo, Virginia Imaz, payasa, cuentera de larguísima trayectoria quien dibujó un panorama desde las aduanas invisibles en el género. Intervención sentida, vivida y contada como solo sabe hacer Virginia. Y bien clarita para que se entienda.
Fue una mesa debate dirigida por Carlos Gil, Director de la Revista Artez, mesa autocrítica en el sentido de reflexionar sobre las aduanas invisibles, sobre las fronteras existentes en las artes escénicas, aduanas muchas veces no reconocibles, que no se establecen de manera objetiva, que pertenecen a lo subjetivo pero que influyen implacablemente en colectivos más débiles o desfavorecidos bien por su origen, cultura, etnia o bien por su discapacidad, extracción social y/o económica. Y el género, las mujeres siempre desfavorecidas. Escuché una vez en una conferencia a Carmen Sarmiento, periodista de televisión y feminista, que decía que debajo del hombre más marginado del mundo, había todavía una persona peor que él, su mujer.
Pero esta mesa, realmente importante también dio visibilidad a esas labores silenciosas, continuadas, laboriosas, vocacionales que desde el teatro, o con el teatro, lejos de las grandes salas, y de los eventos de postín, y lejos también de los medios y de las carteleras luminosas, realizan una labor educativa en unos casos, o de inserción social en otros, o de superación y autoestima con colectivos que lo necesitan. Sabemos que hay una red invisible que trabaja con colectivos de gitanos en cárceles, o con jóvenes en barrios como Boca en Buenos Aires o con mujeres en centros de acogida, o con síndrome de down, o con ciegos o en tantos lugares y tantos lugares, que constituyen una emocionante red invisible que trabaja para superar esas aduanas invisibles tan eficaces. Es emocionante comprobar como el teatro o la danza también existe en esos lugares y que realmente también sirve en estos ámbitos. Es emocionante descubrir en las artes escénicas otros valores y constatar, una vez más, que sí sirven.