Teatro y Memoria
El Teatro es el lugar de la Memoria. El lugar donde los muertos dejan de estar muertos para recuperar su nombre aun solo por un instante; el lugar donde esos muertos luchan contra un olvido que intentará matarlos, implacablemente, una y otra vez.
El teatro es el arte de la memoria que lucha por derribar barreras en la dialéctica del hombre; que mata niños, viola mujeres, oculta genocidios, y nos hace creer que no vivimos en un estado de guerra.
El teatro es el arte de la memoria. El teatro es un arte y la guerra no. La guerra no es un arte a pesar de lo que digan Sun Tzu y su tratado milenario. La guerra no es un arte sino una construcción del hombre para desafiar a los dioses ocupando su lugar. La guerra es un virus mutante en el laboratorio de la muerte, un carnaval disfrazado de desahucio, de precariedad, de hambre, de miedo o desaliento.
El teatro quizás no pueda parar las guerras, pero si levantar las conciencias de los hombres para que lo hagan. El teatro es un arma de lucha para abrir un hueco al desaliento. El teatro (y no la violencia) es la piedra de toque que hará girar al mundo.
El teatro es una herramienta de futuro, que bebe del pasado y se construye en el presente.
Y entre memoria y teatro nos encontramos hoy, un 23 de Marzo (que no de Febrero) de 2014. El día en el que Adolfo Suarez dejó finalmente de olvidar todo aquello que había recordado; el día después de que las marchas del 22M inundaran Madrid con gritos de cambio; un 23 de Marzo, en el que hace 75 años, el consejo de defensa enviado por el coronel Casado (artífice de un golpe de estado en la España republicana) pactara, en el burgalés aeródromo de gamonal, las condiciones de rendición de la República, una rendición de guerra sin paz para los vencidos.
Hoy es el día en que la rueda de la historia sigue girando. Hoy es el día en que nosotros estaremos allí para recordarlo.