Sud Aca Opina

Rol del Estado en los espacios culturales

Muchas veces, quizás demasiadas, la sociedad se comporta como un niño pequeño pidiendo con insistencia al estado lo que no necesita y destruye sin consideraciones lo que algún día le podría ser útil.

Es ahí donde los padres con toda esa psicología que nadie les enseñó, deben guiar al infante inmaduro para que este tenga lo necesario para asegurarle un desarrollo pleno.

Mucho se ha discutido sobre la validez o no de un estado paternalista en su rol de velar por el bienestar de sus hijos, todos los ciudadanos.

Sin llegar a extremos odiosos de control paternalista absoluto, es indudable que el estado tiene un rol fundamental e ineludible en lo que a cultura y los espacios adecuados que permitan el desarrollo de todos y cada uno de los aspectos culturales que enriquecen la vida de un país.

Son pocos los privados con los recursos económicos necesarios como para invertir en cultura y la mayoría de los pudientes prefiere invertir en asuntos más rentables que propicien el crecimiento de su egoísta patrimonio personal que no podrá ser gastado ni siquiera por los hijos de sus hijos que invertir en cultura.

Es aquí donde el estado debe intervenir generando los espacios adecuados y las actividades culturales necesarias para que sus ciudadanos se desarrollen no solo en el ámbito económico generando nuevas fuentes de empleo, sino que en el cultural que les permita tener una vida emocional más rica y equilibrada.

Con altura de miras y tras un somero análisis que no tendrá ninguna complejidad técnica o científica, se entenderá que desde siempre los pueblos han sido sometidos por la ignorancia mientras que la cultura en su más amplia gama, les ha permitido no solo liberarse de la ignorancia opresora, sino llegar a tener una vida más plena.

La arquitectura encargada de desarrollar los espacios culturales es piedra fundacional para un desarrollo integro de toda sociedad con pretensiones de mejoras en su devenir.

Salvo admirables excepciones, el principal interés del poder económico privado es multiplicarse, para lo cual el principal arte gráfico que le atañe, son las gráficas de crecimiento, idealmente verticales y ascendentes, mientras la única manera que un estado tiene de engrandecerse es a través del engrandecimiento de sus integrantes porque querámoslo o no, a pesar de no tener un cargo oficial en alguna institución pública, todos somos estado. No como en la antigua Grecia donde no todos eran considerados ciudadanos.

Que se multipliquen los teatros de todo tamaño, las salas de concierto de todo tipo y no solo los estadios repletos de quinceañeras lanzando ropa interior al rubio de moda, los cines sin palomitas de maíz y gaseosas gigantes, los museos donde se exponga cultura de todos los tiempos y no solo el apellido auspiciado por una mega empresa, los espacios para la danza donde se muestre el esplendor del cuerpo humano y no solo discotecas donde el movimiento pélvico sea el dominante.

El estado tiene que invertir en arquitectura cultural para obtener la rentabilidad de un pueblo más culto capaz de dar más por su propio crecimiento y de toda la ciudadanía, suele disculparse de la poca inversión en cultura por tener otras inversiones prioritarias en pos de mejorar las condiciones de vida de su población.

Pero de que vale tener la mejor infraestructura hospitalaria si los usuarios no tienen la cultura necesaria, primero para no enfermarse, después para seguir un tratamiento adecuado y finalmente no recaer.

Si bien es cierto las artes escénicas son consideradas por algunos como un mero divertimento, para los más, el ver una buena obra de teatro, escuchar un concierto de música clásica o presenciar un ballet, abre todos los sentidos como para recibir y procesar otro tipo de comunicación que puede estar relacionada con otros ámbitos.

Así como el deber ineludible de todo padre es darle a sus hijos lo mejor dentro de sus posibilidades sin hacer evaluaciones de si su hijo le retribuirá algún día la inversión, el estado debe asegurarle a sus ciudadanos no solo salud y fuentes de trabajo en condiciones razonables, sino el libre acceso a la cultura propiciando las condiciones para que se multipliquen los espectáculos culturales sin hacer evaluaciones económicas de por medio.

La rentabilidad de la cultura no científica es difícil de evaluar pero sin duda la belleza del arte se puede llegar a expresar en positivos resultados tangibles no predecibles.


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