Sin atenuantes
Hace unos años la directora de un periódico recién creado aseguró que si algún día no había una noticia importante para poner en la portada, no saldría el periódico. Una declaración radical, imposible de cumplir. Siempre hay una noticia, o diez, o nos lo creemos. Es una noción vaga lo de noticiable. Se han escrito mucho tratados. La cuestión es que los periódicos salen todos los días, los telediarios se emiten tres veces al día, los columnistas deben cumplir con sus horario y hablar de algo, aunque tengan un día con los canales de comunicación entre neuronas obturados por el estrés o la resaca.
Y sin embargo los lectores de un periódico, los que ven un informativo televisivo o escuchan una colaboración radiofónica no tiene ningún conocimiento de las circunstancias en las que se ha escrito el artículo, por lo tanto se juzga sin atenuantes, en lo absoluto; ¿está bien escrito, es verosímil el relato de lo contado como noticia, tiene interés el punto de vista del que opina? y así sucesivamente hasta completar el cuadro de considerandos que ayude a emitir un juicio de valor sobre la pieza en cuestión. Si se trata de un lector habitual de un articulista de largo recorrido, el juicio viene condicionado por la historia. No queda solamente ese artículo sino que se acumula, se complementa o se resta con los anteriores, y se tiene ya una predisposición previa a ser condescendiente o a ser más exigente.
Sin embargo cuando vemos una obra de teatro partimos de una serie de condicionantes que nos hacen atemperar la opinión. Algunas de las circunstancias en las que se ha desarrollado el proceso creativo influyen de manera importante; el lugar dónde se representa es fundamental; la situación emocional de todos los integrantes de la propuesta forma parte de la propia manufactura, pero de verdad, para unos espectadores que han comprado su entrada para presenciar esa obra, ¿tiene alguna importancia esos asuntos internos o quieren recibir un trabajo completo, que les interese y que se haga en las mejores condiciones posibles?
De acuerdo, existen circunstancias que propician que las condiciones sean buenas, regulares o se roce peligrosamente lo imposible. Pero una vez que alguien se decide a enfrentarse a los públicos, a los programadores, a los críticos, no valen los atenuantes. Desde luego un buen profesional es capaz de discernir entre lo que son fallos estructurales o errores coyunturales. Debe saber que los espectáculos crecen, necesitan una serie de funciones para llegar a tomar su forma perfecta, el punto ideal de tensión interna, de capacidad poética y de comunicación. Pero un estreno significa un acto público para ofrecer algo que debe estar terminado.
Hay que asumir que no siempre se está inspirado, que se puede errar, equivocarse, es un derecho del creador, pero lo que empieza a ser una nefasta costumbre es colocar una serie de frases hechas para buscar atenuantes inmediatos para el juicio. La responsabilidad de cada cual es ser exigente, no intransigente, con lo visto y la mejor manera de colaborar es la reflexión sincera, la crítica profesional y técnica que ayude a resolver algún problema existente. Lo otro, esos besos y abrazos, esa gestualidad estrenista es un vicio menor, una costumbre para alimentar la parodia.
Y volviendo al principio, el sistema productivo en el Estado español obliga de alguna manera a que los grupos, las compañías, las productoras presenten espectáculos como mínimo cada año para seguir en la rueda de ayudas, giras, etcétera. Y puede suceder como a los articulistas que no tengan una idea clara, que se vean presionados a hacer algo sin total convencimiento. Y se hace y puede ser un gran trabajo. Esto es un misterio. Lo ideal sería que el poeta escribiera cuando le llega la inspiración. Pero a la inspiración se la debe esperar siempre trabajando.