El espacio escénico de la calle
Hace algunos fines de semana atrás, temprano por la mañana, más temprano que de costumbre como para ser un día domingo, mientras me dirigía hacia una estación de metro cerca de mi departamento, de pronto vi a un anciano mal vestido y con demasiados años encima, quien usaba su muleta semi oxidada para hurgar como un perro callejero en unas bolsas de basura. Pensé que podría estar buscando algo que pudiese vender como chatarra o quizás algo de comida aun no putrefacta para matar el hambre o quizás algo factible de ser reciclado o quizás su pasado para re comenzar. Recordé la historia tantas veces escuchada del vagabundo que sigue a otro hombre recogiendo los desechos que este arroja para transformarlos en su mayor riqueza. ¿A qué hora se había levantado ese anciano como para estar tan temprano, un día domingo, hurgando entre los desechos de la ciudad? ¿Se había levantado? ¿Tenía cama donde dormir? ¿Había dormido? ¿Tendría sueños? ¿Podría encontrar lo que buscaba? ¿Realmente buscaba algo? ¿Podría ese anciano encontrar en la basura de la sociedad un cordón umbilical para seguir vivo? ¿Por qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? Que espectacular inicio para escribir el guion de una obra dramática. El anciano como personaje principal ya estaba listo y quizás yo como personaje secundario lleno de preguntas podía completar la acción. Quizás un perro incondicional no estaría mal para completar el cuadro. Como utilería con la muleta semi oxidada y las bolsas de basura ya rotas por la búsqueda, bastaba sobradamente. Como espacio escénico, que mejor que esa calle no tan limpia, con olor a dudas y semi abandonada mientras la mayoría de los habitantes urbanos aun dormía. Además por qué no aventurarse a estrenar tal obra muy temprano por la mañana. No, sería un fracaso seguro, nadie iría a ver una pieza teatral a primera hora de un día domingo. Pero siendo más flexibles, por qué no enfocar la obra hacia un público escolar quien obligatoriamente está en su colegio temprano por la mañana cinco días a la semana, muchas semanas del año. Una segunda vuelta de tuerca es lo que falta para aprovechar a plenitud el tremendo potencial dramático del espacio escénico de la calle. Otra mirada para ampliar los horizontes de posibilidades. Por el momento son los pasacalles quienes lo utilizan de manera natural, logrando resultados de variada calidad aunque siempre atrayentes para el público, y el poco teatro callejero que existe, creo que aun ocupa ese espacio especial como cualquier otro escenario, es decir, sin transformarlo en el actor que potencialmente puede llegar a ser, no como un soporte o complemento más de la acción sino como un actor fundamental de la trama. No cualquier obra puede ser representada en cualquier calle así como tampoco podría ser representada en cualquier escenario. Cuando la relación entre la calle y la obra representada por fin se comprenda y llegue a ser univoca, se habrá alcanzado la plenitud de la creación en este espacio escénico que se nos ofrece sin restricciones. Las artes escénicas pueden y deben tomarse la calle de una vez por todas y para siempre. El desafío está ahí, esperando.