La última historia
No siempre las actividades popularizadas son objeto de exhaustivos análisis para luego ser convertidas, con el paso del tiempo, en parte del desarrollo social, porque cuando la popularidad se impone sobre alguna, ésta corre el riesgo de ser asumida como parte de una moda, de la cual no se puede prescindir para no estar fuera de circulación, o para resolver un problema de cambio de estrategia en una disciplina o simplemente para solucionar un problema de subsistencia.
En varias oportunidades hemos acudido a estos argumentos para advertir sobre los riesgos que tiene la narración oral de convertirse en una actividad cuya ejecución tenga como punto de partida alguno de estos argumentos y no el objetivo de trascender, para llenar los vacíos controversiales dejados por otras disciplinas artísticas, y recale por ello en el puerto del entretenimiento y el facilismo, atestado hoy en día de múltiples embarcaciones cuyas mercancías están destinadas a distraer a los demandantes de arte.
No son por ello frecuentes los estudios de los riesgos que corre esta actividad, aunque cada día aparecen nuevas propuestas sobre técnicas para enseñar cómo contar un cuento, muchas de ellas ausentes de naturalidad, porque su objetivo no es estremecer la estructura interna del individuo para empujarlo a descubrir las habilidades innatas, a las cuales puede acudir en busca de apoyo para hacer más especializado su oficio, sino condicionarlo para asumir las descubiertas o inventadas por otros.
El oficio de contar, o mejor, el deseo de contar es algo cuyo origen se encuentra en las condiciones innatas del individuo. La capacidad de éste para contar una historia es algo connatural, y quien posee el «don», como denominan algunos las cualidades con que nace cada ser humano, sin lugar a dudas también posee herramientas innatas para mejorar su habilidad, como una buena memoria, facilidad de construcción lingüística, aguda observación, expresión corporal autónoma, pero sobre todo el sentido común necesario para entender cuándo sale bien o mal el ejercicio y cómo debe hacerlo en próxima ocasión para emendar los errores.
Una actividad sin análisis, aunque goce de popularidad, termina convertida en una serie de acciones cuyos actores entran en un proceso de competición en el que prevalecen la audacia y el oportunismo, y es esa la razón por la cual dicha actividad jamás logra una identidad social sostenible en el tiempo.
Alguien, cuya seriedad de criterio en el tema de la narración oral conocemos, consciente de la necesidad de elevar la voz, para inducirnos a debatir sobre la narración oral y los mecanismos de formación, decidió tomar en serio la pregunta de qué sucede con el narrador oral cuando es expuesto al aprendizaje de técnicas distanciadas de su naturaleza, y ha escrito una novela sobre un contador de historias, cuya habilidad perdió fuerza y consistencia cuando decidió abandonar las técnicas que le había dado la naturaleza y aplicarse a otras con las cuales, según le prometieron, se convertiría en un profesional, y triunfaría.
Este autor, cuyo interés es compartir su novela considera irrelevante dar su nombre y nos ha delegado la responsabilidad de establecer el contacto con quienes manifiesten su deseo de leerla, y estén dispuestos a abrir el debate.
Si te interesa leer LA ÚLTIMA HISTORIA escribe a nuestro correo bugahistorias@gmail.com y te enviaremos una copia de la misma.