Redes asociales
Hace algunos días escuché la banda sonora de la película de terror más espeluznante jamás creada. Solo pude escuchar porque si ya el audio era terrible, pensé que las imágenes de seguro no me dejarían dormir.
Murmullo de fondo, a mayor volumen que el tímido murmullo, una veinteañera le dispara una frase asesina directo a la indecisión de un joven; -Ya pues,… ¿Te vas a tirar o no? El nivel del murmullo aumenta y se escucha un golpe seco. Un par de gritos, desorden, fin.
No creo que la brutal frase haya empujado al joven a abandonar el borde de ese edificio que se ha convertido en figura icónica del auge económico que mi país ha tenido en los últimos años pero la despiadada indiferencia de esa mujer blandiendo la cámara de su teléfono celular como si fuese una espada aniquiladora para lograr unos segundos de fama sin que la vida fuese el supremo valor que debería ser, evidenció la enfermiza sintomatología de nuestra sociedad contemporánea en que el consumismo de lo desechable ha transformado la vida en otro artículo desechable de simple consumo.
Como dije, la película no la pude ni quise ver pero me fue imposible abstraerme del hecho pues todo mi entorno veía el corto metraje una y otra vez gracias a la mujer asesina que subió las imágenes al ciber espacio incluso antes de que la sangre comenzara a coagularse.
Las redes sociales que mantienen a la sociedad conectada de manera permanente, están des socializando las relaciones humanas; es más fácil dar un me gusta por facebook que desplazarse físicamente para abrazar a alguien y más fácil mirar la foto de su perfil que mirarlo a los ojos. El desarrollo tecnológico contemporáneo tiene secuestrada la consciencia de la sociedad en una jaula de efectos multimedia. La supuesta conexión inmediata del individuo con millones de usuarios que están del otro lado del monitor, ha seducido la soledad desesperada de millones por ser considerados y es en ese afán donde pierden la lucidez que solo se tiene al alero del contacto físico con otro ser humano. Creo no equivocarme al decir que aquellos fanáticos de los juegos en línea donde el objetivo no es solo matar a enemigos, sino que destrozarlos de las maneras más aberrantes posibles, en la vida real fuera del ciber espacio, son en extremo reprimidos.
La película de terror no solo tuvo miles de re estrenos, sino que aparecieron los «memes» más despiadados de los cuales he escuchado. Utilizando las herramientas que la computación al alcance de todo el mundo otorga, por las redes asociales aparecieron «memes» donde se hacía composición de imágenes fijas y en movimiento, así como de sonidos, donde se escuchaba y veía por ejemplo a Buzz Light Year de la película de animación digital Toy Story, cantando sobre su imposibilidad de volar realmente y luego al joven cayendo.
¿Que pasa que nos estamos deshumanizando?
Hay grupos indígenas ajenos a lo que llamamos nuestra sociedad, en los cuales no existen palabras como suicidio, pedofilia, asesinato, violación o miseria. Esas palabras no existen porque al no haber vivido esas aberraciones no ha surgido la necesidad de nombrarlas. Si existe el robo «profesional» es porque existe un mercado ávido de consumir artículos robados. No es el dogma de las religiones sino la mala interpretación que algunos fundamentalistas les dan, las que hacen tanto daño. No es la tecnología sino nuestra ignorancia como usuarios la que hace mal uso de ellas. No basta con saber formatear un computador o particionar un disco duro, debemos aprender de las consecuencias sociales que tienen nuestros actos en la red. Negativizar a la tecnología sería irresponsable porque también nos permite contactarnos con viejas amistades, encontrar un pariente perdido, denunciar situaciones, conocer aunque sea a medias, realidades lejos de nuestro alcance. De no ser por la tecnología, ustedes no estarían leyendo esto que fue escrito en mi teléfono celular en el reducido espacio del metro en el horario punta de las 7 de la mañana.
Pero sin duda debemos en la medida de lo posible, recobrar el contacto directo entre humanos sin que medie la tecnología. Basta de chatear haciendo ejercicio con los pulgares y volvamos a conversar usando el habla y los ojos. Basta de redes sociales en línea y volvamos a la red de amistades en vivo y en directo. Basta de recargar baterías conectándonos a la red eléctrica y recarguemos nuestros sentimientos conectándonos con el sentir del otro.
¿Berrinche de bebé?
Absolutamente. Negar el progreso presente es tan ilógico como desconocer el pasado que nos ha llevado donde ahora estamos. Debemos encontrar la manera de compatibilizar tecnología y humanidad. Para modificar toda inercia se necesita de una fuerza externa al sistema y es difícil de desviar, difícil pero no imposible. Las artes escénicas en vivo pueden ser esa fuerza externa a la tecnología que al apelar a nuestros sentidos más honestos son capaces de conectarnos con el ser humano que alguna vez fuimos. Estar en línea con el mundo no necesariamente significa estar alineados con la humanidad que aún conservamos tras la máscara de consumismo exprés.
La película de horror no fue ficción, es una lamentable realidad que se va a repetir si no somos capaces de re encontrarnos los unos en los otros con la sincera intimidad de nuestra humanidad.