Mensaje
Si alguna situación se nos repite sin existir una razón aparente, simplemente es porque la vida nos quiere decir algo en un lenguaje tan críptico como el de los sueños, un mensaje que debemos descifrar. La semana recién pasada, a horas y en lugares diferentes, sin existir ninguna condición especial me encontré con un personaje de mi ciudad que nunca antes había visto. Era un vagabundo y no un mendigo porque no me lo imaginé pidiendo dinero pen alguna esquina, lo suyo es deambular sin rumbo en busca de respuestas. Es un hombre negro de edad indefinida. Negro no por el color de su piel sino por estar completamente vestido con bolsas de basura negras. Los pies forrados con bolsas de basura negras, una especie de falda de múltiples bolsas de basura negras, una chaqueta de bolsas de basura negras y un sombrero de bolsas de basura negras. Es inconcebible que alguien piense en vestirse solo con bolsas de basura pero basta un mínimo análisis para darse cuenta que todos y cada uno de los que convivimos en esta sociedad contemporánea, estamos no solo vestidos de basura sino que rodeados de ella. El sistema, llamado así porque los responsables de nuestra actual situación somos tantos que es difícil nombrarlos y es más fácil llamar a la situación como sistema, nos vende lo que no necesitamos, aspiramos irrealidades superfluas, creemos conocer lugares donde nunca hemos estamos, envidiamos el estatus de otros sin siquiera saber los sacrificios que han tenido que hacer para llegar a tenerlo, vivimos una fantasía de pensar que, sin evaluar reales beneficios y sin estar dispuestos a hacer los sacrificios que cualquier cambio de condición conlleva. Estamos viviendo en un mundo de fantasía donde la fantasía no implica necesariamente sueños de bienestar. En esta cultura de lo desechable, los desechos nos acompañan noche y día sin poder abstraernos de ello. No basta con ser muy culto o sentimental para abrir los ojos y darnos cuenta. El que esté libre de pecado que tire la primera piedra. ¿Quién no ha comprado algo que hoy se encuentra en el fondo del olvido después de haber tenido su poco glorioso debut y despedida? ¿Quién ha conservado su teléfono por más de cinco años? ¿Quién no podría hablar de manera elocuente sobre el África sin jamás haber pisado suelo africano? ¿Quién no aspira a tener más para se más? Estamos llenos de máquinas de ejercicio que fueron usadas una vez y ahora descansan bajo la cama al igual que nuestras vanas aspiraciones de tener un cuerpo esbelto. El teléfono de más de tres años nos parece anticuado y por haberse transformado en un sinónimo de estatus, querámoslo o no, para beneficio económico de las grandes empresas, lo cambiamos para no quedar atrás. Hermosos reportajes sobre la estepa africana nos muestran el periplo que tal o cual especie debe hacer para encontrar agua en épocas de sequía, dándonos la impresión de haber estado ahí sin nunca haber salido de nuestras casas. Los juegos de azar con su promesa de bienestar por el solo hecho de comprar un numerito se han multiplicado de manera exponencial. Los programas del tipo «reality» no son más que falsedades pauteadas en pos de un raiting. Basura, basura y más basura. Quizás ese vagabundo encontró la fórmula de convivir con tanta basura reutilizándola en su beneficio. Sin llegar a extremos de vestirse con bolsas de basura negras, debemos encontrar la manera para hacer de esta cultura de lo desechable, una cultura de lo reutilizable.