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Lo político & la política en el 68 Festival d’Avignon 2014. Segunda parte. Rapsodia, hibridación y plétora teatral

Formas indirectas y plásticas de abordar lo político en sus derivas individuales y poéticas, como es el caso de MATTER de JULIETE NIOCHE, a través del movimiento entre la danza y la «performance».

LES PAUVRES GENS, un poema de Victor Hugo que narra el acto heroico de las personas de estratos sociales desfavorecidos, tratado por DENIS GUÉNOUN a partir de la construcción de imágenes escenográficas en las que la acción lumínica y sonora se conjuga con la dicción sencilla y eficaz del texto por parte de los propios técnicos que trabajan en el escenario.

La fragmentación contigua de cuadros escénicos en NOTRE PEUR DE N’ÊTRE, de FABRICE MURGIA, que se corresponde con la fragmentación que los medios tecnológicos propician. El aislamiento y la soledad de seres que, no obstante, permanecen conectados, de manera virtual.

La revisión de la monumental trilogía shakespeariana del HENRY VI de THOMAS JOLLY, que nos ofrece una plétora de imágenes convulsas que conectan las antiguas batallas del final de la Edad Media con las actuales guerras y con el afán desmedido de unos gobernantes corruptos que fomentan una sociedad basada en la desconfianza y en el miedo.

LA DANZA DESTRUYE EL VESTIDO IDENTITARIO DE MUJER

MATTER cruza dos alusiones comprometidas: «problema», en inglés es el significado de «matter» y «madre» del latín.

La concepción y la coreografía de Julie Nioche junto a otras tres bailarinas y coreógrafas de diferentes países y culturas: Mia Habib de Noruega, Filiz Sizanli de Turquía, Bouchra Ouizguen de Marruecos y Rani Nair de Suecia, compone un grupo de cuatro «solos» intercomunicados por el tema de la mujer, de la construcción de la identidad ligada a unos vestidos de diferentes tipos de papel blanco, que acaban deshechos por el agua y por el movimiento del cuerpo, para rematar mostrando la propia piel.

¿Será que el «matter» (problema) de la identidad femenina (y masculina, pienso yo) vendrá dado por los vestidos que la «matter» (madre, o en un concepto más extenso: nación, cultura) nos impuso desde la infancia?

MATTER es un espectáculo de danza-teatro muy próximo a la convención de la performance plástica, ya que juegan un rol muy importante los trajes de papel, tanto por el sonido que hacen al moverse las actrices, como por la manera que tiene el papel de reaccionar a ese movimiento que se va imprimiendo en los pliegues y arrugas del vestido.

Al principio, las cuatro mujeres van entrando en sus diferentes vestimentas, ayudadas por una colaboradora. Así ya se establece una cierta convención de «performance» que seguirá activa en el resto del espectáculo.

Llueve sobre el escenario y van creciendo charcas negras en el suelo.

El papel de los trajes se deshace y se hunde con la piel. Antes tembló y vibró con el movimiento.

Los vestidos blancos evocan figuras alegóricas y antropológicas de diversas culturas: el traje de gala o de novia, el traje de la Virgen o de la Primera Comunión, la mortaja o el hábito de una penitente…

Por veces, esos vestidos que evocan por la forma, pero, al mismo tiempo, resultan abstractos por el color y la textura del papel, semejan carcasas, jaulas y, finalmente, resultan el envoltorio, la casulla de la larva, que acabará liberándose y alzando el vuelo mediante la danza y el líquido vital: el agua.

El reflejo de las cuatro figuras hieráticas de las mujeres, enfundadas en sus vestidos de papel blanco, brillando en la charca negra que inunda el suelo, es de una belleza estremecedora. Una imagen casi mítica que se quiebra como un espejo a través del movimiento, in crescendo, hasta el frenesí liberador de los cuerpos que danzan sueltos bajo la lluvia.

(Al salir del espectáculo descubrí entre el público a Josef Nadj y, de inmediato, pensé en la cantidad de coincidencias que este trabajo coreográfico-plástico de MATTER tiene con la poética de Nadj.)

UN POEMA VISUAL ANIMADO. LES PAUVRES GENS (La gente pobre) de Victor Hugo. Dirección de DENIS GUÉNOUN

Como Trabajo Final de Formación del Institut Supérieur des Techniques du Spectacle, le encargaron a Denis Guénoun (Doctor en Filosofía, profesor, poeta, ensayista, dramaturgo, actor y director) hacer un espectáculo con los técnicos, sin actores ni actrices.

Regidoras/es de escena, Jefas/es de maquinaria y otras/os diplomadas/os técnicos del ISTS, a la vista del público, yerguen una escenografía, la iluminan y sonorizan, para que vayan emergiendo las imágenes del poema de Victor Hugo LES PAUVRES GENS.

Son los mismos técnicos que montan la cabaña y disponen los focos quienes, con un micro, van diciendo el poema.

Todos permanecen sobre el escenario.

Hacen grupo, se juntan en círculo y van diciendo los versos de LES PAUVRES GENS a los otros compañeros y compañeras y al público.

No van caracterizados de personajes sino que llevan su propia ropa o la indumentaria laboral.

La dicción del verso alejandrino de Victor Hugo huye de la ampulosidad grandilocuente o de la ostentación, para recalar en la sencillez y la eficacia del sentido justo, sin subrayados ni enfatizaciones innecesarias.

Denis Guénoun consigue que aflore el teatro, sin actrices ni actores, a partir de la puesta en juego del propio trabajo técnico y de un poema narrativo que es una epopeya a la generosidad y a la bondad protagonizada, según afirma el propio Génoun, por los primeros héroes anónimos, para quienes el acto heroico se inscribe en la vida ordinaria.

SERES SOLOS PERO CONECTADOS en NOTRE PEUR DE N’ÊTRE (Nuestro miedo de no ser/estar) de FABRICE MURGIA

NOTRE PEUR DE N’ÊTRE encadena diversas secuencias de historias quebradas de personajes que viven en soledad.

La factura del espectáculo, tanto por la dramaturgia como por la propia realización escénica, en la que sobresale la ingeniería escenográfica, lumínica y sonora, es bastante cinematográfica.

Esas secuencias fragmentarias breves, en las que se alternan momentos de personajes solos, transcurren tras una tela transparente y enmarcadas por cuatro líneas blancas de luz, como si viésemos la acción dentro de una pecera o en un vivarium.

En esa tela que cubre la embocadura del escenario se proyectan primeros planos de los personajes durante su actuación.

Los dispositivos escenográficos que ambientan esos momentos cambian con la misma agilidad con la que se alternan las escenas.

En la mayoría de las secuencias, una actriz, al lado de los personajes, nos hace de narradora omnisciente. Manifiesta lo que piensan y sienten los personajes, de dónde viene la situación en la que se encuentran, etc.

La narradora observa a los personajes y nos mira a nosotros, pero también colabora con ellos acercándoles algún elemento de atrezo.

NOTRE PEUR DE N’ÊTRE tiene un regusto de teatro impresionista-simbolista en la producción de atmósferas interiores y ámbitos humanos de soledades conectadas.

UNA HEROICIDAD ARTÍSTICA: 18 HORAS DE ESPECTÁCULO para la trilogía HENRY VI de William Shakespeare. Dirección de THOMAS JOLLY. Producción de la Cía. La Piccola Familia y del Théâtre National de Bretagne, Rennes.

Después de las siete horas de la Trilogía de los Dragones de Robert Lepage, hace unos años, y de las cinco horas de Kabaret Warszawski de Krzysztof Warlikowski, el año pasado en La FabricA, en este mismo Festival d’Avignon, en esta 68 edición asistí al HENRY VI de Thomas Jolly que duró 18 horas, con los intermedios incluidos. Desde las 10 h. de la mañana hasta las 4 h. de la noche.

Un «tour de force» para el equipo técnico y artístico que realizó este macro espectáculo y también para un público que llenó la grada de La FabricA sin que hubiese deserciones.

El espectáculo atrapaba de principio a fin, pese a su ingente cantidad de escenas, de situaciones y de personajes.

Un fresco histórico que atraviesa dos guerras, la Guerra de los Cien Años entre Inglaterra y Francia y la Guerra de las Dos Rosas entre la línea de York y la de Lancaster, con múltiples batallas, intrigas, peripecias y lances patéticos.

La trilogía HENRY VI consta de 15 actos y unos 150 personajes y arranca en Londres en 1422 con la muerte del rey Henry V y acaba con la muerte de su sucesor, Henry VI, a manos de Richard de Gloucester. La siguiente tragedia sería RICHARD III.

La dramaturgia del aguerrido THOMAS JOLLY estructura el espectáculo en cuatro episodios, con dos partes cada uno. Cada parte dura, aproximadamente, unas dos horas, más media hora de intermedio, a lo que también hay que sumar una hora de descanso entre cada uno de los cuatro episodios, lo que da un total de 18 horas.

El monumental HENRY VI de THOMAS JOLLY es un montaje esteticista que rebosa energía y un «savoir – faire» rítmico impresionante. En él se engarzan escenas muy imaginísticas que no esconden los artificios del teatro, sino que los lucen como uno de los atractivos del juego con las convenciones, explotado al máximo.

Por ejemplo, los perfiles blancos, como siluetas, de animales diversos, elefantes, flamencos, ciervos… desfilando por unos raíles y atravesando el escenario mediante un sistema de cuerdas y poleas, para simular un bosque por donde el rey y la reina salen de paseo.

Trozos de trust curvados y erguidos sobre carras móviles, con pequeños focos, también móviles, que pueden cambiar de color, para simular caballos o para componer el trazo que remite a elementos arquitectónicos, como puertas góticas de castillos y palacios, o para simular árboles al desprender esos focos rayos verdes como ramas.

Los dardos con flores que los reyes juegan a clavar en una pasarela de madera que está en el proscenio, paralela a la grada, en uno de los episodios, para simular una especie de jardín.

Las escenas de batallas con música apoteósica, a muchos decibelios, luz estroboscópica, focos móviles disparando haces de luz de diversos colores, principalmente el rojo y el naranja, como cromatismos flamígeros que aúnan fuego y sangre, pasión y rabia. Máquinas que lanzan chorros de humo a modo de círculos que se desplazan por el aire como bombas. Atmósferas de niebla en las que se dibujan los rayos lumínicos entrecruzados. Actores y actrices manejando grandes lazos rojos y blancos (símbolo, los primeros, de la familia de Lancaster a la que pertenece Henry VI y, los segundos, de la familia de York, a la que pertenece Richard de Gloucester) que lanzan y hacen girar en el aire, junto a coreografías acrobáticas y profusión de carreras, caídas, giros, entradas, salidas…

La comicidad viene dada por el comentario o los guiños que algunos personajes hacen de sus intenciones, entre malévolas y lúbricas.

Incluso en las escenas más ceremoniales (coronación, sepelio…) siempre hay algún personaje contrariado con algún elemento que se da en la situación dramática y que sirve algún contrapunto cómico.

En algunos entreactos, una de las actrices hace de presentadora y, delante del telón que cubre la embocadura de la escena, delante de las candilejas centrales, nos anima, comenta algún aspecto del espectáculo, recapitula informaciones argumentales, hace alguna broma o presenta, incluso, una escena de «ménage», de acondicionamiento y limpieza, por parte de los técnicos, del escenario después de algún acto tumultuoso y apocalíptico.

Con un punto humorístico resalta lo importante que es poder presenciar, hoy en día, a trabajadores que tienen la oportunidad de poder trabajar y, al hilo de este tema, aprovecha para reivindicar los derechos de los trabajadores «intermitentes» de las artes escénicas, así como los de todos los trabajadores precarizados, o las prestaciones por desempleo y las ayudas a los más débiles que, en ningún caso, escogieron estar en el margen de la pobreza.

Volviendo a la capacidad portentosa de crear cantidad, y también calidad, de imágenes impactantes, podemos destacar la batalla naval en Kent, el sur de Inglaterra, 3º episodio, entre los corsarios de Jack Cade y las tropas inglesas. Utilizando el telón vaporoso, de color gris teja, que cubre toda la embocadura del escenario y jugando con las luces de candilejas y con frontales que iluminan el telón, mientras grandes ventiladores lo hacen agitarse como un mar embravecido y, por delante, atraviesan los perfiles–siluetas blancas de dos buques veleros que se persiguen. Para, después, con luces azules de contras superiores, ver proyectadas, en ese mismo telón, las siluetas de los soldados que, tras él, están en pleno frenesí de carreras y saltos, además de desplazar otras enormes telas rectangulares que cuelgan de raíles superiores y simulan las velas de barcos que se enfrentan, envueltos en una música apoteósica a alto volumen.

La escena de victoria y presentación del personaje de Jack Cade como una súper star de rock, cantando y con un impresionante despliegue lumínico de focos móviles que cambian el color de los haces de luz, así como dispositivos escénicos compuestos por torres de focos montadas en carras móviles, cabalgadas por Jack Cade, que cruzan el escenario de un lado a otro.

Cade y sus fanáticos seguidores componen un cuadro circense, con globos de colores, disfraces burlescos de la reina Margarita, máscaras y vestimentas procaces que figurativizan imágenes surreales…

Otra escena sorprendente por su realización plástica es la de la batalla de las Dos Rosas, con los soldados en siluetas, entrando y saliendo de haces de luz roja de contras inferiores que se dibujan como los faros de un coche en la niebla, sobre un paño de humo denso que llena la atmósfera.

HENRY VI utiliza, a lo largo de los 15 actos y de las múltiples escenas, imágenes sorprendentes y recurre a todos los géneros y modalidades escénicas posibles, pasando de la farsa al burlesque, de la comedia al drama y a la tragedia, del circo a la rapsodia lírica…

El espectáculo tiene la virtud de satisfacer los sentidos de la recepción, dosificando muy bien los clímax, y sirviendo para desentrañar la maraña genealógica, de intrigas y confrontaciones, que tuvo lugar en las históricas y míticas sagas de los reyes ingleses de la casa de Lancaster y de York hacia el final de la Edad Media, entre 1422 y 1464.

Una historia que el espectáculo de THOMAS JOLLY nos muestra como un banquete en el que la saña de la ambición de poder no dejará descansar ni a los de arriba ni a los de abajo.

Una sociedad que se basa en el poder y en la ambición, sometiendo a sus semejantes o imponiéndose, por los medios que sean, está condenada a vivir y a morir inmersa en la pesadilla de la desconfianza y del miedo.

Desde Henry V hasta Richard III, que es lo que abarca, de manera directa o indirecta, la diégesis de la trilogía HENRY VI, observamos una incesante perturbación que raya en lo patológico y que impide cualquier asomo de mantenimiento de la felicidad o de la alegría necesarias para la vida.

Una vez más, la revisión de un clásico encima del escenario, resuena y nos pone en alerta sobre el presente.

Afonso Becerra de Becerreá.


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