BRRRRR
En el frio de nuestros tiempos ¿Puede existir algo más cálido que el calor humano que se genera al interior de una sala de espectáculos?
Por supuesto no estoy hablando del clima artificial producido por maquinas que al modificar las condiciones físico ambientales nos aíslan de la realidad. Esas tan socorridas en épocas de frio intenso que cala los huesos o calor que nos hace sudar como animales.
Es más bien una especie de sensación térmica emocional difícil de medir bajo los parámetros tradicionales de grados Celsius o Kelvin, aunque se haga evidente por las carcajadas espontáneas que exteriorizamos sin tapujos o las lágrimas furtivas que tratamos de esconder.
El facilismo de una vida plástica con recursos plásticos para sacarnos rápidamente de la problemática producida por tanto plástico, se ha transformado en ese clima artificial producido por nuestro propio escapismo que nos aísla de las verdaderas sensaciones del alma.
Las artes son sin duda alguna, el más honesto de los caminos para re encontrarnos con ese ser interior que nunca debimos abandonar. No me refiero al sentimentalismo baratos donde para sacarnos una lagrima se nos muestra a un niño inocente que sufre al no tener las herramientas necesarias para defenderse de los adultos que le dan una vida de crueldad y miseria o una caída estrepitosa para hacernos reír con el ridículo del caído. Más bien son invitaciones reflexivas sobre nuestro propios actuar por el cual hemos sufrido y reído sin siquiera haber tenido una intención primera. Un gesto sutil, una frase fuera de contexto, un color disonante o la más normal de las escenas, pueden gatillar en nosotros una profunda reflexión capaz de cuestionarnos e idealmente, mejorarnos como personas.
En el mundo exitista de las mega producciones hollywoodenses, refinados hombres de traje y corbata, que además son atrayentes por su aspecto, son instalados en el inconsciente colectivo como personas de éxito. Se nos muestran actuares elitistas de «personas» que no tienen miramientos ni menos sentimientos a la hora de pararse sobre la cabeza de otros para lograr éxitos personales que los encumbren al séptimo cielo de los reconocidos por sus valores monetarios, aunque jamás por sus valores morales. Seres fríos y calculadores que lo más cerca que están del contacto con otro ser humano, es el apretón de manos que a veces se da al cerrar un negocio. Películas financiadas por ellos mismos, quizás para lavar su imagen, que a duras penas logran sacar una que otra mancha aunque la mugre siga ahí.
Que lejos está el arte de la especulación mercantilista.
Afirmación ingenua en el corto plazo porque siempre existirán aquellos que quieran lucrar con las habilidades de otros utilizando su propia habilidad para transformar a un postulante a artista consagrado en un codiciado bien de consumo.
¿Cuantos cantantes sin voz no han sido éxito de ventas por todo el apoyo que han tenido de su productos, quien, con gran habilidad y un menos «savoir faire» los ha transformado en un verdadero producto, las más de las veces desechable?
La palabra clásico suele tener un cierto carácter demostrativo, sobre todo entre los jóvenes quienes suelen asociarlo a algo viejo pero no necesariamente es así. En cualquier momento podemos estar en presencia de lo que podría llegar a convertirse en un clásico que solo los sentidos acostumbrados a vivir el arte, tanto el bueno como el malo, podrán aventurarse a prever.
Al abrigo de esos futuros clásicos que iremos descubriendo en nuestro periplo por las artes, sin duda la vida será más cálida.
Brrrrr-avo.