Hacer lugar
En «Especies de espacios» Georges Perec alude a la escritura en una página en blanco. «Escribo», dice, «una línea horizontal sobre la hoja blanca, ennegrece el espacio virgen, lo vectoriza». Y es a partir de allí que en la percepción surge un arriba-un abajo, izquierda-derecha, recto-oblicuo, principio-fin, anverso-reverso. Sobre el espacio vacío, una luz, un movimiento, una imagen, y el espacio empieza a respirar, a disparar planos, a tornarse inagotable. El espacio empieza a llenarse, o a producir vacíos dentro de lo vacío, o vacío dentro de lo pleno, y ya encontramos en él un ritmo, la forma en que se da (o que se quita). Y de todo lo que a él arroja, deviniendo multitudes de repercusiones, consecuencias, a las cuales se les empieza a perder el hilo, y el espacio a funcionar en su propia vertiginosidad y gravidez. Hasta el punto en que es una bola de nieve que no para de crecer y multiplicarse. Se decreta un apagón. Borrón y cuenta nueva. Corte en el estímulo visual de un espacio inervado que sin embargo pulsa a oscuras, hápticamente. El puestista sabe que ha de vérselas con un mecanismo vivo que dialoga, confronta, y hasta tiene ínfulas de ir por su propia cuenta. El puestista le tira el lazo y lo fija al palo del mono-espacio, a una fijeza que pone el contexto a orbitar como bólidos sin tiempo. Por la puerta, la ventana, por el cuerpo del que llega, el espacio se inyecta del matiz de lo que entra. Un espacio de inscripción hollado por la simple recepción del que lo mira, lo siente y lo habita. O el espacio que es todos los espacios. Espacio-mundo, espacio-universo, espacio-Aleph. Borrar, poner. Crear barreras perceptivas, saturaciones sensibles. Componer, hilvanar, encadenar, orquestar, armonizar, combinar. Una y otra vez. El espacio con sus leyes específicas. Levitar, a ras del piso, flotando con la frente adherida al techo. Qué cosa quiere nuestra voluntad de él, nuestro deseo con él. Prueba-error, recomponer, corregir, reordenar, reponer, cambiar. Hacerlo hablar, desocultarse. Afinar la aptitud de pliegue-despliegue. Levantar, bajar, hacer desaparecer, tal vez aparecer. En este espacio es más que probable que puedan ocurrir cosas. ¿Qué tipo de cosas? El espacio es enemigo, se opone, nos confunde. Se cierra y se compacta, nos arroja, nos deja afuera. Afinamos la energía. Hay un espacio subjetivo que irradia nuestro cuerpo. Lo llevamos con la rienda corta, que no se vaya por su cuenta. Tal vez, por qué no, navegarlo con cuidado, nominando, negociando sus identidades, aquellas extrañezas hasta hacerlas familiares. Entablando una relación cuidadosa, respetuosa. Hacer un nido, un lugar de acogimiento. Al socaire de su propia ecología. Pies de plomo. Trazarnos una creación. Todo lo que nuestra libertad nos permite, cabe en él. Todo puede ser. Tanta probabilidad inquieta, agita. La capacidad demiúrgica sometida a examen. Todo goza del detalle que el pincel es capaz de otorgar. Lo impensado, bien puede caer víctima, devorado por el ‘maelstrom’ del espacio, o tal vez no, el espacio donde las variables acomodan, para dar tranquilidad, serenidad.