Sud Aca Opina

Distopía

Todos y cada uno de nosotros tenemos ideales de vida que aunque no los expresemos, están ahí como el estado al cual quisiéramos llegar después de años de periplo por esta vida no siempre tan amable. Todos tenemos una utopía, esa que se refiere a la representación de un mundo perfecto que idealizamos como una alternativa a la realidad existente. Este término fue concebido por Tomás Moro en su obra «De Optimo Republicae Statu deque Nova Insula Utopia», donde Utopía era el nombre de una isla donde habitaba una comunidad ficticia, con organización política, económica y cultural contrastante en numerosos aspectos con las sociedades humanas de su época.

Todos tenemos esa utopía pero muy pocos hacen, hacemos, algo por lograrla. Terminamos cediendo a la distopía o antiutopía que por desidia hemos contribuido a formar, vivimos en una sociedad indeseable. Esa que alguna vez leímos en un libro, un cómic o vimos en una serie de televisión o cine. Esa fantasía indeseable hoy es real.

Las utopías a pesar de tener un origen literario en que la fantasía del autor le presenta a sus lectores un modelo de vida alternativo, con el tiempo pasan a generalizarse en el inconsciente colectivo siendo un referente casi obligado de las aspiraciones de una sociedad.

A pesar de este carácter novelado y ficticio de las utopías, diferentes estudiosos en el ámbito del comportamiento social les han atribuido funciones específicas más allá del simple entretenimiento.

Función orientadora. Al ser básicamente la descripción de una sociedad imaginaria y perfecta, aunque la sola probabilidad de ese sistema sea imposible, algunos de los procedimientos descritos podrían aplicarse a posibles reformas y orientar a los gobiernos en su labor directriz de los estados.

Función valorativa. Aunque sean concepciones de un autor determinado, por lo general se ven reflejadas en ellas los sueños e inquietudes de la sociedad en la que este vive. Por lo tanto son una herramienta útil para reconocer los valores fundamentales de una comunidad en un momento concreto y también los obstáculos encontrados a la hora de materializarse. Por esto, para muchos las utopías no sirven tanto para construir mundos ideales como para comprender mejor el mundo en el que vivimos.

Función crítica. Al comparar al Estado ideal con el real, se aprecian las falencias de este último y los niveles de justicia y bienestar social que aún le faltan por alcanzar. Es un hecho el que la utopía está construida a partir de vivencias presentes, ya sea para evitarlas (desigualdades, injusticias…) o para potenciarlas (adelantos técnicos, libertades…). Aunque sé que una sociedad utópica es imposible, al menos nos trata de explicar al menos desde un punto de vista filosófico, el por qué no tenemos sus ventajas.

Función esperanzadora. Para algunos filósofos, los humanos somos en esencia seres utópicos. Solo nosotros tenemos la capacidad de imaginar mundos mejores y esta necesidad se manifiesta inevitablemente.

Teóricamente somos libres, podemos soñar con una mejor vida y de podemos hacer lo necesario para avanzar en dirección de estos deseos, los cuales están íntimamente conectados con nuestra naturaleza utópica. La esperanza radica en la base de toda utopía ya que por muy injusta o abrumadora que sea una situación, siempre se podrá imaginar y construir uno realidad mejor.

La literatura con su fantasía libre pensadora, a través de sus influencias en otras disciplinas artísticas como son el teatro, el cine, la música, etc… no hace más que poner en evidencia esos ideales colectivos cuya vivencia está vedada para el común de los mortales.

Colectivamente hemos construido la distopía en la cual estamos inmersos hasta el cuello, muchas veces a punto de ahogarnos y si lo hicimos, ayudados por la imaginación que debemos liberar, nos podremos acercar a esas utopías teóricamente imposibles.


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