Sud Aca Opina

Ciudad y sentidos

Actualmente algunas salas de cine 3D nos llevan al máximo de la percepción que la tecnología contemporánea con sus efectos multimediales permite, incluso ya existen salas 4D con aromas, tacto, movimiento del sitial, etc… Las imágenes con colores maravillosos muy superiores a los de la vida real en nitidez y contraste y por supuesto en tercera dimensión las podemos encontrar en múltiples salas. Audio envolvente dolby surround stereo, ecualizando hasta los suspiros, permitiéndonos escuchar sonidos inimaginables. En la película miles de ratones corren hacia nosotros y hasta parecen salir de la pantalla mientras unos hilos rozan nuestros tobillos. Se escuchan gritos, esta vez reales y si tenemos suerte, algunos aromas acordes a la acción serán rociados en la sala. Aunque esté fuera de lugar, sentiremos el gusto dulce o salado dependiendo de las palomitas de maíz en promoción que hayamos comprado. ¿Y del sexto sentido, de la intuición? ¡Nada!

Las acciones se suceden tan rápido que no tenemos tiempo de pensar o sentir más allá de lo meramente físico. Casi todos los sentidos se despiertan aunque el aroma cítrico, lo más cerca que haya estado de un limón sea la foto de la etiqueta en el envase de spray, el gusto dulce de las palomitas de maíz no guarde mucha relación con una escena submarina y el compañero de asiento se vea bastante ridículo con esos anteojos de cartón para ver en tercera dimensión. Toda ciudad en cambio es honesta en cuanto a las sensaciones que provoca en sus habitantes e incluso en sus visitantes ocasionales. Tiene alma. Llega a todos y cada uno de los sentidos del hombre sin recurrir a efectos especiales tecnológicos. Somos cegados por destellos encandilantes de fachadas acristaladas y bajamos la vista para refugiarnos en las variadas formas de la arquitectura que nos envuelve. La vista nos orienta en nuestro andar. Los gases contaminantes de tanto auto enfermo de impaciencia son anulados por el aroma a hembra de una bella mujer que pasa a mi lado. El olfato nos ayuda a fijar situaciones en la memoria. Por las mañanas casi paladeo el sabor del maní tostado con aroma a vainilla o el café vendido en las esquinas para despertar a los zombis rumbo a sus trabajos. El gusto es ayudado por los otros sentidos para no ser aislado en su percepción. Los autos rugen, un pájaro fuera de lugar canta tratando de dirigir el tránsito. El murmullo generalizado, a través del oído, nos sitúa en el espacio. Al subir una escalera nos tomamos de un frio pasamanos, caminamos sobre superficies rugosas, quizás alguna brisa salvadora roce nuestra cara para librarnos por un instante del calor agobiante de la ciudad en verano. El tacto nos equilibra en el andar. Nuestro cerebro se adelanta a situaciones posibles y sin ser clarividentes, sobrevivimos a la agresividad urbana. Incluso el sexto sentido se conjuga con los otros 5 para hacernos vivir a plenitud la experiencia de ciudad. El hombre es el único animal que mediando la voluntad, se deja llevar por su sensibilidad para crear arte capaz de sensibilizar a otros.

La ciudad lo tiene todo si de sensibilizar se trata, solo falta el hombre creador, ese pequeño dios, capaz de aliar su sensibilidad a la del espacio escénico de la calle para representar la vida en el medio en que ella se desarrolla para muchos de nosotros: la ciudad.


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