Entre líneas
Escribimos de izquierda a derecha, en renglones sin apenas torceduras, con tipos regulados por el programa, con espacios y características universales. Todos tenemos la misma letra con el ordenador. El estilo está en las esdrújulas. O en los silencios gritados, o lo que siempre se ha llamado escribir o leer entre líneas. Los que vivimos censuras reales, textuales, sabemos bastante de esta práctica de decir sin tener que detallar. Se fundamenta con los años en una forma. Cuesta ser explícito y directo. Y a veces no conviene. Mejor esquinarse para poder ver pasar toda la procesión.
Escribo esta vez desde Santiago de Chile. Con el frío, sí, aquí en pleno verano, tras pasar calores asfixiantes, hemos tenido una tarde-noche fría, y tocaba ver el espectáculo de cierre de Santiago a Mil, y hemos pasado frío. Y hasta nos hemos quedado fríos con la propuesta. Y se abre el debate sobre el teatro de calle, de plaza, de grandes aparatos, de lenguajes específicos y las diferencias conceptuales y de necesidad popular entre Europa y América. Un asunto que no acabamos de analizar con criterios científicos, sociológicos y estéticos.
Indudablemente Santiago a Mil ha crecido de manera espectacular; forma parte del imaginario colectivo veraniego santiagueño y diría que chileno. Las cosechas pueden ser mejores o peores, pero las constantes vitales se mantiene y cada vez con mayor afluencia de públicos. No repasaremos ahora los espectáculos vistos, pero así, a bote pronto, uno diría que el tema del teatro chileno, es Chile. Así como el del teatro argentino es la familia disfuncional. Chile en todas sus versiones, sus posibilidades y miradas. Se ha criticado desde los escenarios el periodo pinochetista, esa dictadura feroz, parece que ahora toca ya empezar a hablar del hoy, de la situación socio-política actual y en este campo hemos visto dos montajes que nos han gustado: «Los millonarios» y «Acceso». Impresionantes propuestas, crudas, sin alivios de muy diferente formato.
No obstante, en este ambiente positivo, hay peros, hay situaciones incomprensibles. Como que dos festivales emergentes, significativos, por estar fuera del ámbito santiagueño y capitalino, Cielos del Infinito de Punta Arenas y el de Fitich de Chiloé, han suspendido sus ediciones de este año que se celebraban a continuación de este recién finalizado por falta de fondos. Algo está pasando. Y leemos en la prensa movilizaciones por un reparto de los fondos de apoyo a la cultura, con cifras muy descompensadas entre unas salas de teatro y otras, beneficiándose de manera sorpresiva un teatro regentado por una entidad bancaria, mientras algunas de las salas emblemáticas, como l Puente, han estado a punto de echar el cierre.
Es decir, las euforias tiene su contrapunto en algunas amarguras. Las contradicciones florecen. Las gestiones deben ajustarse a las realidades, y lo cierto es que el teatro chileno tiene una buena nómina de creadores y dramaturgas de gran importancia, pero no se corresponde con medidas de protección desde las instituciones. Asunto que se repite en tantos lugares de la tierra, pero que en Iberoamérica sufre de mayores desequilibrios porque se están formando ministerios, reglamentaciones o leyes y consolidándose profesionales y asociaciones. Y la desigualdad entre países fronterizos son realmente abismales.
Todo lo que parece ir bien, tiene sus contraluces. La situación actual no parece muy clara. Nosotros acabamos de abrazar a la amiga Claudia Baratini, hoy ministra de Cultura y le hemos deseado suerte. Porque en ocasiones la complejidad política, la coyuntura, las situaciones son tan delicadas que no es suficiente con tener ideas o planes, sino que se debe hace coincidir muchas necesidades y coyunturas colectivas e individuales en ocasiones opuestas. Hay salas, academias, universidades, instituciones, pero hay tensiones que impiden el crecimiento en el ritmo y la intensidad deseable. Pero Chile es tierra de teatro. De buen teatro. Y en esta semana hemos estado con viejos amigos de todo el mundo. Hay objetivos cumplidos. El Teatro chileno está colocado en las agendas internacionales gracias a este festival. Y eso es mucho. Pero todo es mejorable. Hasta la escritura entre líneas.