Negro & negro

Una llama encendida

Piscator, en la Europa posterior a la Segunda Guerra Mundial, junto a Bertolt Brecht, fue uno de los exponentes más importantes de un teatro con contenidos sociales y políticos. De un teatro como forma de resistencia en un contexto de transformaciones culturales, de un teatro como expresión de contracultura, que logra crear espacios de creación alternativa. Catarsis individual y colectiva, en la construcción de espacios alternativos productores de cultura. Crearon la necesidad de que autores y directores dotaran al teatro de una responsabilidad política, después de una guerra terrible, y con la esperanza revolucionaria que venía desde Rusia con su revolución. El teatro se trasforma en un instrumento contra el poder (…), de resistencia contra la ideología dominante, contra un capitalismo triunfante… Un teatro que no está en crisis, que está en contra: contra el olvido, contra la banalidad, contra la especulación, contra el pensamiento único, contra el capitalismo, contra los abusos… Un teatro en resistencia.

El teatro político es el espejo que nos refleja sin piedad el rostro de nuestra pobreza ideológica y poética en una gran parte del teatro de nuestro tiempo. Teatro alejado, en multitud de ocasiones, de discursos comprometidos y críticos. Teatro lejos de posturas progresistas, domesticado, manso, pasivo, autocomplaciente… Que no molesta, que no duele, que no incomoda… ya son demasiados años.

Parece que algo se mueve en este contexto de presión económica y política que vivimos. Parece que hay movimientos que vuelven a mirar hacia parámetros críticos y hacia propuestas convulsivas, sofocantes, perturbadoras, violentas, controvertidas o polémicas. Valientes, que se encuentran un entorno público no excesivamente receptivo, no demasiado por la labor, amedrantado, asustado y amenazado. Van surgiendo voces, salas y espacios con personalidad propia que heroicamente mantienen en pie propuestas distintas, que por lo menos, incomodan, mueven o simplemente cuestionan. Son propuestas que ya han superado la crisis, que están por encima de ella, que no son vulnerables a los efectos de la misma porque esperan llegar al público como máxima recompensa, porque no están al arbitrio de la Res publica, ni dependen de subvenciones ni de salas públicas. Se mueven en otros territorios y se convierten en los bululús de la modernidad. Gracias a Paco, Cristian, Santi, Alberto, Mayte, Javier y unos cuantos más, cada día más, la llama del candelabro de la conciencia se mantiene encendida.


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