Escenario ambulante/Laví e Bel
De parodias y metáforas
El cabaret, por definición, se me antoja un espectáculo total por la cantidad de técnicas que aglutina, música, pantomima, circo, texto, travestismo. Pero también hay que considerarlo transgresor, hermafrodita, descarado, barroco, conmovedor, cómplice y provocador; cómico y sarcástico; con un punto de melancolía y con un mucho de mala intención, o de buena, según para quién; divertido al fin. En todo caso, un espectáculo de cabaret, bien en el sentido ortodoxo bien en el de imitación, siempre resulta como una bocanada de frescura escénica que nos desconecta de lo cotidiano y nos da un coscorrón contra la realidad.
«Escenario ambulante» de la compañía Laví e Bel inspira todo lo anterior y mucho más. Y es que todo lo dicho cuadra en este montaje de la compañía granadina que hace de la metáfora parodia, y parodia metafóricamente a la profesión.
Siguiendo con la estética que llevó a esta compañía al Premio Max a la Mejor Dirección Musical en el 2012 con el montaje «La barraca del Zurdo», el trabajo que ahora nos ocupa utiliza la dramaturgia de una compañía de cabaret venida a menos. Solo tres intérpretes: un músico, una actriz y un actor juegan a parodiarse a sí mismos como metáfora de la decadencia de la profesión, quizá de la escasa atención que los poderes hacen de la cultura, quizá como metáfora de nuestra sociedad.
Los tres componentes de este «Cabaret indignado», como ellos denominan a su espectáculo, se esfuerzan por representar a una compañía que actuó en las mejores salas del mundo como La Jaula de Oro, pero han caído en desgracia hasta llegar a La Espada del Diablo, donde tienen que vender su actuación para un par de humanos y un puñado de ratones.
Cantan, imitan mil personajes, combaten en lucha libre, representan Edipo y Orfeo sacando la punta al humor; en fin, representan la vida de ellos en una hora. Así, una parodia y otra y otra, todo dentro de la gran parodia de un cabaret. Y una metáfora detrás de otra de la gran metáfora de los tiempos duros en que nos está tocando vivir. La cola en el INEM, esperanza y resignación. La obra echa chispas entre bromas y canciones. A veces no pueden ser más explícitos y espetan al público:»¡Y vosotros, que!»
En ocasiones, la canción rompe la emoción al mejor estilo brechtiano como sucede con «Yo canto…» tras una escena en la que se habla de responsabilidad y se lamenta no haber prendido fuego a la Torre de Marfil y a los zapatos de charol. Todo poesía e intencionalidad.
Los actores Antonio Leiva y Larisa Ramos junto al músico Walter Sábalo realizan un trabajo excepcional para ganarse a un público que comienza más expectante que cómplice. Pero el espectáculo se crece de principio a fin. Hay escenas sublimes como la de la narración de «la vida en una hora», llena de ingenio, de poesía, y de emotividad, aparte de su tremenda comicidad. El ritmo escénico, la ductilidad de los intérpretes y la metáfora intencional constituyen todo un alarde imaginativo y de saber hacer. Con la canción «Sos los míos», un soberbio «rag-time» se llega al clímax de la divertida función.
En fin, en el epílogo se cierra la elipse regresando de un viaje fantástico y festivo a la adusta realidad.
Espectáculo: Escenario ambulante – Dramaturgia y dirección: Emilio Goyanes – Intérpretes: Larisa Ramos, Antonio Leiva y Walter Sábalo – Escenografía y diseño: Carlos Monzón – Música: Emilio Goyanes y Walter Sábalo – Iluminación: Tom Donnelan – Compañía Laví e Bel – Sala Cuarta Pared de Madrid hasta el 31 de enero.
Manuel Sesma Sanz