Relación abierta
La combinación de tiempo, ritmo, improvisación, repetición, son factores de composición de una obra teatral contemporánea. Se tiene poco en cuenta el estado de conciencia en que se emite, como lo menciona el video «El arte crea el mundo» de la BBC. Ni más ni menos que el trance, o para este caso, el estado mental desde donde se emite la imagen. La condensación de huellas cuasi pulsionales, que se van orquestando en una composición que se trasparenta según el propio creador decanta su propio estado mental.
Todo principio de desarrollo que se deduce de esa composición, si bien está sujeta a una progresión por ‘arrastramiento aleatorio’, según Vinaver, incluye un deslizamiento paulatino hacia un estado de vigilia consciente cada vez mayor. Todo este proceso podría considerarse un literal cincelamiento de la materia bruta que la pulsión original entrega.
Lo interesante a ver de este trabajo es si lo racional volverá a instrumentalizar la materia prima con criterios de eficiencia, de estrategia, de premeditación convencionales, hasta el punto de hacer poco menos que irrelevante de donde vienen los bisontes de las cuevas de Lascaux. Se trata de ver, con rigor formal, si las segundas, terceras lecturas de un material escénico, no son implementados según los códigos miméticos que inicialmente se pretendían cuestionar.
Todo trabajo de síntesis, puede redundar en una fijación. Fijación que no incluye las relaciones que en su libérrima aleatoriedad ya se han generado entre los materiales por el sólo hecho de estar cerca, contiguos, en una practicidad que es a la vez el ser de una dinámica. Alterado este sistema, queda ver si los efectos operados con premeditación, funcionan y se vinculan espontáneamente.
Las estasis internas, devenidas de algunas manipulaciones, cuando no violencias a las lógicas internas que han de dictar cualquier composición, llegan a desafiar ya no la libertad de criterio de cualquier creador, sino su entereza, su ética para correlacionarse con sus propios alardes.
Habría estados mentales que se corresponden a estados naturales que funcionan en la medida de su pureza como tales. Esa sería su verdad, así como la penetración de quien lo hace ver. Toda penetración da con lo que supera a quien mira o concientiza. Violentar es siempre para escamotear un no saber. El fruto de soportar la verdad de una visión, es aguantar su ‘sin por qué’. Explicarlo, es fabular un significado cobarde, que nos asegura como lectores o exégetas.
Artistas que puedan soportar el no-sentido, a sabiendas que así resguardarán los vínculos profundos de los materiales.
La política interpretativa es un reaseguro práctico, acomodado, que nos salva de asociaciones desconocidas, imprácticas, subversivas. Ya no la fijación en el simple collage, sino la dinámica microfísica capaz de desafiar nuestro ver para creer, tan responsable de la destrucción de filigranas en el mundo.