Y no es coña

Lo que somos

No somos lo que decimos que somos, sino que se acerca mejor lo que somos a partir de lo que hacemos. Lo que decimos que somos en el mejor de los casos es un objetivo, un deseo, una idealización. Por lo tanto, hacer es ser. Pero existen muchos seres humanos que hacen varias cosas o a la vez o simultáneamente y cuando se preparan discursos hagiográficos alrededor de los premios u obituarios, se les llama renacentistas. Con esta serie de palabras creamos un paisaje ideológico en el que la figura encaja sin apenas rozar los bordes. Y uno cree que en los asuntos de la Cultura y muy especialmente en esto de las Artes Escénicas la especialización no es algo imprescindible, sino que puede considerarse incluso limitador. Y que cualquiera que se dedica a ello durante muchos años y tiene inquietud acaba convirtiéndose en un artista «renacentista» porque acaba haciendo muchos oficios dentro del Gran Oficio.

Circunstancias de programación me han propiciado la ocasión de ver en pocos días en el mismo Teatro Arriaga a Blanca Portillo como actriz y como directora. Hace muy poco incluso pasó el calvario de dirigir el festival de Mérida. Probablemente hará trabajos de dramaturgista o de dramaturga. Se puede establecer a partir de aquí un análisis crítico sobre sus valores o resultados en todos los ámbitos donde ejerce, pero nos será difícil calificarla como una sola cosa. Para una inmensa mayoría de la población la recordarán por alguna de sus interpretaciones en televisión. Los más exigentes amantes del arte teatral dirán que es mejor actriz, que directora. Se admiten opiniones, pero la realidad es que es una mujer de tetaro total, alguien que hace esas cosas y cuando las hace, es.

Los ejemplos son múltiples, pero a mí me causan todavía más complicaciones de archivo cuando alguien es jueza de día y excelente actriz de tarde-noche. O cuando un gran dramaturgo con una extensa obra resulta ser un oftalmólogo en ejercicio. Yo conozco actores de primera categoría que han compatibilizado su trabajo de bancario y a varios actores y actrices, de médicos. Estoy hablando de profesionales a los que nadie se le ha ocurrido cuestionarlos por esa doble o triple vida. Y sin embargo tenemos una animadversión patológica con el teatro de aficionados, amateur, y se dan casos de una entrega y preparación superior a quienes dicen que su profesión es actor o actriz, pero pagan el alquiler de su casa con otras actividades.

En ocasiones alguien, en este caso yo mismo, vive en silencio una contradicción constante al estar en ambos lados de la barrera. Ejercer de cronista o incluso de crítico, mientras escribe obras de teatro que, además, se representan. O como en otras épocas, dirigía, producía e interpretaba, además de hacer esa labor analítica. Pongamos que lo de la crítica era amplia, global y variada de libros, toros, artes escénicas, audiovisuales. Y en algunos de estos rubros, sigo, ya en total desdoblamiento de la masa cerebral y la conciencia. Entonces siguiendo mi propia línea argumental, ¿qué soy? Dudo mucho. Lo mismo que con mi filiación, nacido en Barcelona, viviendo más de treinta años en Euskadi y circulando por el mundo con un pasaporte español. Así que resuelvo la encrucijada con la definición más cercana a lo que se puede comprobar: varón, blanco, sesentón, hipertenso, neurótico y a la espera de los resultados de una sospecha de otra patología más severa y definitiva. Aquí añadiría yo, con mucha humildad y como deseo: teatrista, teatrero, teólogo teatral, hombre de teatro. Yo juro que solamente me falta hacer en el mundo del teatro de foco. Todo lo demás, lo he hecho. Mal o bien, pero con absoluta entrega.


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