Críticas de espectáculos

Needles and opium/Robert Lepage

Nuevas ideas en un espectáculo remontado

En 1991, cuando Robert Lepage cumplía su décimo año como creador escénico, elaboró Needles and opium (Agujas y opio) que paseó por España tres o cuatro años después. El punto de partida, según cuenta, fue un desengaño amoroso y el encuentro con Carta a los americanos de Jean Cocteau. El libro le conmovió, pero no encontraba forma de transformarlo en espectáculo, hasta que leyó la biografía de Miles Davis y comprobó una casualidad, en si misma intrascendente, entre dos hombres que no coincidieron jamás. En la mitad del siglo XX, Cocteau visita Nueva York y Davis París, y ambos han tenido relación con Juliette Greco: el primero la ha dirigido en la película Orphée, donde interpretaba el papel de Aglaonice, y el segundo acaba de mantener una relación amorosa con la actriz y cantante.

Esta anécdota excitó su creatividad, porque a partir de ella vio la posibilidad de enfrentar dos concepciones del arte: la creación en la primera mitad del veinte, encarnada por el francés, en contraposición a la creatividad de la segunda mitad, representada por el músico de color americano. Otros elementos bipolares, la raza, la contraposición ángel demonio, las estancias cruzadas de Cocteau y Davis, el viaje en avión o en barco, etc. Lepage enumera una serie de coincidencias más (acaso producto de su imaginación), como la estancia en la habitación número 9 del hotel Le Louisiane, donde el director canadiense llora su decepción amorosa, como antes lo había hecho allí el propio Cocteau, y por este itinerario paralelo con dos mitos del siglo XX, encuentra puntos comunes para expresar la atracción y decepción a causa del amor, las frustraciones, las dependencias y equivalencias entre el amor y los opiáceos, porque ambos producen una suerte de enajenación.

Con este caudal informativo y el sufrimiento sentimental propio, Lepage alumbra Needles and opium, donde la historia personal y las vivencias existenciales se imponen y sobrepasan las consideraciones artísticas o lingüísticas de su Québec, que se alojan en un segundo plano. El texto dramático poco ha cambiado entre el montaje de 1991 y la propuesta que presentó en Madrid hace unas semanas: Frases entremezcladas de Cocteau y Lepage, fragmentación en el discurso y no consecuencialidad del mismo, complementación de las palabras con las acciones físicas y el universo sígnico, paulatina elaboración de una historia, donde se juntan las decepciones amorosas de Cocteau, Davis y Robert (Lepage), que más allá del plano sentimental, lo desbordan hasta la frustración, el replanteamiento del sentido de la existencia, la soledad y la consideración de la equivalencia entre pasión y alucinógenos (la enajenación).

La concepción dramatúrgica de ambos espectáculos es bastante similar, aunque en el remontado existan unas variantes de interés, importantes y capaces de hacer llegar la propuesta más lejos, algo por otra parte frecuente en Lepage, ya que los espectáculos que se mantienen vivos varios años, evolucionan en función de los estados personales del dramaturgo o de acontecimientos del entorno. El espacio escénico concebido se mantiene: un prisma sin pared por el lado del espectador que gira o cambia de posición, subrayando en todo momento la inestabilidad emocional de los personajes, el deslizamiento hacia el abismo, el reflejo plástico de cuanto ocurre en el interior de estos personajes atravesados por la desgracia del desafecto y la dolorosa ruptura sentimental.

El cambio de posición del prisma lleva al actor a adoptar diversas posiciones, mitigada la fuerza de la gravedad por un arnés que fija y le detiene en caídas, y a realizar un trabajo muy corporal, gestual y con significación proxémica. Interpretación corporal, física y externa, que es una de las divisas que caracterizan el teatro de Lepage y que, en los últimos años, capta menos la atención del espectador, entretenido en la incorporación de nuevas tecnologías. En Needles and opium, como en todo su teatro, el cuerpo del actor tiene que resultar expresivo y no emotivo, debe confrontar o acompañar la palabra que pronuncia con cierta entonación monocorde (sin exagerar), pero no sentirla y pronunciarla filtrada por su psicología. Lepage gusta contar historias, transmitir sus visiones de vida o exponer su pensamiento, pero siempre desde la resultante de los siguientes sumandos: actores, espacio escénico altamente tecnificado y relación de objetos con los actores. En este sentido sus propuestas atrapan pero no emocionan, interesan y traspasan la anécdota de la fábula para inquietar al espectador o transferirle sus inquietudes temáticas, que suelen girar alrededor de media docena de temas. En Needles and opium, los ya escritos, la frustración, lo existencial, el amor y lo multicultural como metáfora del comportamiento universal de todo hombre.

Hasta aquí lo que une a dos montajes, separados por más de veinte años. Las incorporaciones de Needles and opium (2014) fundamentalmente son dos: la presencia de un segundo personaje, Miles Davis, que se une al actor que se desdobla en Cocteau y Robert; y la proyección de imágenes sobre las tres caras del prisma y prácticamente durante todo el espectáculo. Me interesa más la relación que se entabla entre imágenes e intérpretes que la concurrencia de un segundo personaje. Las primeras dialogan, y aquí reside una de las cualidades positivas de esta propuesta remontada, con el personaje, refuerzan los conflictos, agrandan las decepciones o aumentan las equivalencias amor opiáceos; asimismo ayudan a la narratividad de la acción dramática. Interesan menos, cuando ilustran la acción como fondo cinematográfico a algunas de las frases del actor.

José Gabriel López Antuñano

Obra: Needles and opium (Agujas y opio) – Texto y dirección: Robert Lepage – Intérpretes: Marc Lebrèche y Wellesley Roberstson III – Escenografía: Jean-Sébastien Côté –  Iluminación: Bruno Matte – Vestuario: François St-Aubin – Vídeo: Lionel Arnould.


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