Nuevos dramaturgos
El interés de los teatros por los nuevos dramaturgos españoles empieza a entrar en vías de cierta normalidad. Precaria y sin afianzar, pero las carteleras de algunos teatros de Madrid ya lucen nombres nuevos y no sólo en las salas alternativas de poca proyección. Un repaso nos conduce al Centro Dramático Nacional y a su programación Escritos en la escena de la sala Princesa del María Guerrero, a las Naves del Español, a La Abadía o a salas como la Cuarta Pared, la Kubic.
El repaso de autores que han estrenado durante esta temporada ofrece un muestrario amplio de nombres: Diana Luque, Alberto Conejero, Josep María Miró, David Espinosa, Paco Bezerra, Antonio Rojano, Lola Blasco, María Velasco y algunos más que olvido. Esperan para estrenar de aquí a fin de temporada José Manuel Mora, Carolina Román…
Por otra parte, Acción Cultural Española (AC/E) prepara un programa de difusión de nuevos autores con presencia en varios países en 2015. El primero Portugal, en el marco del Festival de Almada, que acogerá seis escenificaciones (Mora, Miró, Enrique y Yerai Bazo, Iván Morales, José Ramón Fernández y Marta Pazos) dentro de un programa dedicado al teatro contemporáneo español, y cuatro lecturas dramatizadas de Bezerra, Laila Ripoll, Lucia Vilanova y Gracia Morales. A este programa seguirán otros.
Apunto algunas de las acciones emprendidas que, evidentemente, hablan de un interés por los nuevos (y en algunos casos no tan nuevos pero escritores fuera de circuitos comerciales) dramaturgos españoles. Es posible matizar el optimismo de estas líneas con bastantes peros. No se ofrecen los mejores espacios de los teatros públicos, ni las mejoras fechas, los aforos resultan reducidos, los periodos de ensayos o de creación en escena excesivamente ajustados, etcétera. No son pretextos. Son verdades. Sin embargo, por encima de ellos, lo cierto es que un buen número de autores dramáticos salen de circuitos marginales.
Se aprecia en el conjunto de estas y otras obras un buen aprendizaje de base, presentación cuidada en los aspectos formales, lenguaje dramático elaborado y una serie de características más que hablan de corrección. Les falta, en muchos casos, romper con un cierto academicismo procedente de su formación en escuelas o en talleres de escritura, para proceder con más espontaneidad que aboque a una escritura personal, no mimética, y dar el salto del oficio intachable al vigor creativo.
Atacan temas actuales, que se reconocen e interesan, pero todavía la escritura debe crecer para conmover, inquietar (o provocar la polémica) a los espectadores por los diferentes caminos formales, estilos y temáticas por las que cada uno transita. Abordar asuntos y personajes, en su construcción tradicional o en su deconstrucción postmoderna con mayor ambición, porque a veces, después de asistir a alguna de estas representaciones, se tiene la sensación de que ha faltado desarrollo, que ha sobrado esquematismo y que la función resulta epidérmica: que apunta pero no remata. Sé que el minutaje de las salas de exhibición condiciona, pero el salto debe darse porque hay materia e incipiente interés.