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Rarezas y otras joyas teatrales. Ganas de aullar

La sociedad acomodada de consumo parece que demanda productos fácilmente identificables. No solo en el supermercado y en el comercio en general sino también en la artes y en la educación. O esto es, al menos, lo que nos hacen creer los programadores culturales y teatrales y los planes de estudios oficiales.

No incomodar al espectador, no incomodar al alumno, ofreciéndoles productos consumibles debidamente empaquetados y etiquetados. Y, por supuesto, obsolescentes para que, de esta manera, se genere una dependencia del sistema de producción.

No incomodar al espectador, no incomodar al alumno ofreciéndoles caminos debidamente estipulados, predeterminados, trillados… en los que cualquier incidencia esté prevista. Algo muy similar a los paquetes vacacionales para turistas, libres de sobresaltos y descubrimientos substanciales más allá de aquello previsible.

Una línea de programación de danza contemporánea, otra línea de programación de ballet, otra de teatro dramático de aquel que nos representa historias y personajes, otra de conciertos musicales dentro de un estilo acotado, etc. Pero, sobre todo, espectáculos que puedan hacer taquilla, que llenen el teatro, que entretengan y diviertan al público. Como si con la taquilla del teatro se cubriesen todos los gastos e inversiones derivados de la producción de un espectáculo. Como si con la taquilla se pudiesen pagar sueldos profesionales e impuestos como la Seguridad Social etc. Mentira. El teatro no es una industria rentable, como no lo es la educación, porque no se trata de elementos instrumentales sino de ingredientes fundamentales para la constitución de los seres humanos, para la humanización.

Y si me apuran, ni siquiera la industria del automóvil es rentable, como demuestra la ingente cantidad de subvenciones que recibe de dinero público para que no se deslocalicen las empresas hacia otros países de mano de obra barata (o más barata aún que la ya degradada de la clase trabajadora del sur de Europa).

¡Cuánta ficción cabe en este sistema denominado realidad! ¡Y cuánta verdad hace falta inyectar, aunque sea desde los escenarios! Y aunque la verdad no sea más que una apariencia o una perspectiva debidamente articulada y coherentemente fundamentada.

Bienvenida sea aquella verdad que nos cuestiona y se cuestiona, que nos lanza a la duda de lo humano alejándonos de la perfección cuadriculada de las máquinas.

Bienvenidos sean aquellos espectáculos teatrales que ponen en crisis las categorías establecidas, que se escapan de los compartimentos estancos, de los formatos televisivos de fácil digestión y rápida excreción.

Bienvenidas aquellas maestras, como Rosa-Victòria Gras, que se saltaban programas y guías docentes para atender a la inquietud que la intersección del arte y la vida generaba en nuestros pensamientos y en nuestros ávidos corazones cuando estábamos en su clase.

Bienvenido aquel teatro raro e inclasificable que se nos presenta como una aventura del conocimiento y la sensibilidad, desafiando nuestros hábitos y rutinas de recepción.

Bienvenidos los amores que se escapan de los patrones convencionales y tradicionales del matrimonio heterosexista normativizado. Que huyen de las relaciones basadas en la dependencia y la posesividad. Aquellos amores convulsos y placenteros que no necesitan de renuncias, sino que sirven para dar alas aceptando los juegos de equilibrio y desequilibrio, igualdad y desigualdad que toda relación sincera presupone. Bienvenidas aquellas relaciones que no usurpan tu apellido para substituirlo por el del marido, ni substituyen tu lengua, ni arrancan tus raíces, ni se construyen sobre sacrificios.

Me dan ganas de aullar cuando me enfrento al día a día burocratizado, cuando no basta con el trabajo y la vocación y la pasión, sino que las administraciones fomentan la desconfianza llenándonos de documentos en los que debemos escurrir nuestro tiempo para demostrar que hacemos, para demostrar que somos, para cuadricularnos. Y en ese camino de demostraciones documentales van marchitándose los impulsos, va diluyéndose la eficacia, van secándose los sueños.

El círculo representa el movimiento incesante. La vida es movimiento y se escapa de la cuadratura del círculo.

El pasado mes de abril, con la primavera, se estrenó una coproducción marginal entre el Teatre Nacional de Catalunya (TNC), el Centro Dramático Galego (CDG) y la nueva compañía CATRO CADEIRAS (gestionada por Juan Carlos Corredoira, un joven director que estrenó a Marius von Mayenburg en Galicia).

Se trataba de una operación anormal para un espectáculo que, finalmente, resultó raro y felizmente genial y delicioso, titulado GANAS DE OUVEAR / GANES D’UDOLAR, con dirección de DANI SALGADO (Daniel González Salgado), dramaturgia de JOAN GIRALT BAILACH y actuación de ellos dos junto a las escenógrafas LAURA ITURRALDE y MONTSE PIÑEIRO.

Fue una operación anormal porque resulta inusual que el teatro catalán y el teatro gallego colaboren o establezcan nexos, pese a pertenecer a lenguas y contextos culturales minorizados por la presión del Estado y sus medios invasivos homogeneizadores.

Fue una operación anormal porque se le encargó un espectáculo a DANI SALGADO dándole libertad, aunque debía basarse, eso sí, en la poesía de Alfonso Pexegueiro y de Narcís Comadira.

Con ese punto de arranque, asentado en un género supuestamente minoritario como es la poesía y estos dos autores, Pexegueiro y Comadira, no se presuponía una obligatoriedad de fabricar un producto de éxito garantizado que reuniese los estándares del teatro que ha de llenar la Sala Grande del TNC o inserirse en las ínfimas redes que gestionan la AGADIC y los ayuntamientos gallegos.

Para tal coproducción se nota, además, que las instituciones participantes solo destinaron un presupuesto económico mínimo, al margen de sus producciones y apuestas programáticas más oficiales.

El resultado, GANAS DE OUVEAR / GANAS D’UDOLAR, ha sido una brillante rareza, una joya deslumbrante de talla finísima que, como el diamante, hiende las carteleras de Catalunya y Galicia, para ofrecernos teatro fuera de los cánones al uso, dirigido a nuestra sensibilidad e inteligencia.

Una bocanada de aire libre. Una sorpresa. Un regalo. Un placer. Esto ha sido GANAS DE OUVEAR / GANAS D’UDOLAR.

«Illa. Oco insubmiso» (Isla. Hueco insumiso), como refulge el verso de Álvaro Cunqueiro para referir esos paraísos que raras veces podemos tener el privilegio de habitar.

Nada de declamar versos decorándolos escénicamente. Nada de veleidades de retórica vacua y exhibicionista para elevarse hacia el parnaso de la literatura y la lírica más engolada. Nada de caer en el otro lado, en plan «enfants terribles» que nos van a presentar la revolución de las artes escénicas. No. GANAS DE OUVEAR / GANES D’UDOLAR no es una rareza a costa de rebajar a la espectadora y al espectador para elevar el escenario hacia una aristocracia artística.

GANAS DE OUVEAR / GANES D’UDOLAR es un trabajo humilde y sin pretenciosidades, pero muy ambicioso, al mismo tiempo, en su exigencia artística y en el riesgo asumido al anclar y enraizar las acciones en la experiencia real compartida del teatro.

Ese enraizamiento en la experiencia real facilita las ramificaciones florecientes del pensamiento encima del escenario y en cada butaca.

Teatro del pensamiento. Lugar para jugar, visibilizar y sonorizar (verbalizar) el pensamiento.

Teatro paradramático, pues crea su ficción más allá, o más acá, del fingimiento, en la performance y sus invocaciones.

Teatro paradramático (más emotivo, sensorial y filosófico que psicológico) que traza un mapa conceptual sobre poesía y vida, educación y cultura, desde el juego, plenamente lúdico y deliciosamente plástico, con las palabras, los objetos, las luces, las proyecciones audiovisuales y las brillantes imágenes que todo este conglomerado genera.

Una obra delicada en la que se convocan las ausencias-presentes y latentes de los grandes maestros: Immanuel Kant, Lluís Solà, Jaume Melendres, Joan Ollé, Pessoa, Wittgenstein, Jean Luc Godard en un trío con Brigitte Bardot y Michel Piccoli en «Le Mépris», Thomas Bernhard ante la música sublime de Glenn Gould… Porque Dani Salgado y Joan Giralt nos muestran los maestros que llevan dentro creciendo en la escena del teatro y en la escena de la vida.

En lengua gallega «aprender» y «enseñar» coinciden en el verbo «aprender». La profesora aprende y la alumna aprende. Una osmosis que transforma profesores/as en maestros/as al hilo de las invocaciones que GANAS DE OUVEAR / GANES D’UDOLAR oficia.

En GANAS DE OUVEAR / GANES D’UDOLAR actúan Salgado y Giralt con Laura Iturralde y Montse Piñeiro para edificar un teatro del pensamiento lleno de humor y ternura, proximidad humana y distancia mítica (la distancia necesaria para observar y reflexionar, para contemplar y delectarse).

Los versos de HIPATIA de Alfonso Pexegueiro encuentran un correlato filosófico y poético en LE MÉPRIS de Godard y juegan, en pie de igualdad, con aquellos otros estímulos que estallan en el devenir de los días y de las ficciones que vamos tejiendo para abrigarnos y para sostenernos como mejor podemos.

En el horizonte se abre la luz del rayo de quien busca entre los límites de la belleza y lo sublime.

Afonso Becerra de Becerreá.


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