Porque me invitaron
Me dijeron: escribe. Y escribí. Me invitaron a dirigir y dirigí. Dirigí una sola cosa. Amateur. O sea, con gente que hace lo que hace por amor al arte. Y me embaracé. Ahora soy madre de una niña de 7 meses y no sólo no tengo el coño pa ruidos, tampoco tengo el cerebro para escribir columnas. Probablemente muchas mujeres y hombres con conciencia feminista se echarán las manos a la cabeza si leen esta última afirmación. Yo también lo hago. Una parte de mí también se escandaliza al verme así, porque no entiende nada.
No entiende nada, porque yo crecí en el seno de una familia con una madre trabajadora. Una mujer que estaba casada, era madre y trabajadora y que defendía, no sólo el derecho, sino casi la obligación de la mujer a trabajar, para no depender del hombre. Parece ser que ella no tuvo los problemas que yo estoy teniendo para bregar en el mundo real, actual y contemporáneo en el que la mujer trabaja además de dar de mamar. Vaya cosa. A mí, sin embargo, me está costando. Y eso que esta columna también es amateur, vamos, que hago esto por amor al arte. Y porque me invitaron.
Para ser actriz no hizo falta que me invitaran. Supongo que en mi inconsciente (el propio y el colectivo, que también me pertenece porque es de todos) una mujer puede ser actriz. E incluso de calidad, si me apuras. Quiero decir, que, tal y como nos han explicado el mundo hasta ahora, no hace falta que una mujer se salga de la media para ser una actriz. Pero, ¿y escritora? ¿Y osar dirigir? ¿Y dirigir algo de calidad?
Antes no entendía las leyes de paridad. Me decía: ¿Qué más da que sea mujer u hombre? Lo importante es que sea el perfil que mejor se ajuste al puesto, cargo o premio en cuestión. Ahora creo que las leyes de paridad son necesarias para que algún día lleguemos a eso. A no tener que fijarnos en lo anterior. Pero de momento, es necesario dejar que las mujeres accedan a aquellos cotos que han estado reservados tradicionalmente a los hombres, porque es la única forma de que nos lo acabemos de creer y evolucionemos y podamos aprender en el ensayo-error práctico de la vida. Lo mismo debería aplicarse con los hombres.
Y nada más. Me voy a dar de mamar.