Sud Aca Opina

Voyerista activo

Confieso; me he ido transformando gradualmente en un voyerista descarado.

En mi defensa solo puedo decir que mi creciente defecto está libre de toda perversión sexual, esa que suele estar asociada a tan elegante apelativo de origen francés.

Voyerista es quien mira, y ya que no solo miro, prefiero autodenominarme como un observacionista.

Quien más, quien menos, todos somos mirones aunque observacionistas, muy pocos.

Siendo la vista uno de los cinco sentidos naturales por los cuales percibimos nuestro entorno, la usamos sin mediar ningún tipo de esfuerzo de nuestra parte, incluso nos acostumbramos a no conectarla necesariamente con la razón o lo que es más importante aún, con la emoción.

Mirar sin ver podría ser el mayor pecado de todos ya que durante corto tiempo imágenes de colores sin sentido alguno ocupan los intersticios de nuestro cerebro.

Para una mosca podría ser que una imagen sea solo eso, aunque por sus ojos facetados vea cientos de cuadros de lo mismo, para nosotros, dotados de un supuesto intelecto, un cúmulo de colores puede ser más que iluminar un espacio vacío. Las diferentes radiaciones influyen directamente en el comportamiento humano, ya sea por una correspondencia física dada por la longitud de onda, por una asimilación aprendida del grupo social en el cual el individuo se desenvuelva o por una asociación individual en la que un color nos puede llevar a experiencias pasadas. Al menos en nuestra cultura occidental judéo cristiana, el luto va muy bien con el negro que de hecho no es considerado color, sino la ausencia total de luz, mientras que en culturas orientales, la muerte natural está más bien asociada con el blanco como símbolo de pureza y por ser la suma de todos los colores percibibles por el ojo humano.

La observación es un complejo fenómeno en al cual pueden confluir variables impensadas de asociación no solo ligadas a los aspectos lumínicos ya que los otros sentidos no se quedan ausentes; olores y sonidos también ayudan a formarnos una «imagen» más elaborada y por lo tanto compleja del fenómeno observado.

¿Cuantas veces no hemos especulado sobre la ocupación de alguien solo por su aspecto o actitud?

Un doctor parece doctor. Un filósofo parece filósofo. Un vago parece vago.

Todo parece algo más allá de su verdadero ser.

«Como te ven te tratan» sigue siendo una verdad bastante tajante aún, al menos en mi país.

Desprenderse de prejuicios dados por odiosos estereotipos no es tarea fácil aunque el uso inconsciente de esos moldes teóricamente nos facilitan la vida pues rápidamente contestada la interrogante sobre alguien o una situación, nos permite pensar en otra cosa.

¿Y si nos la hacemos difícil y nos forzamos a pensar en que ocupación tiene tal o cual persona?

¿Por qué estará llorando esa adolescente? ¿Habrá discutido con su amigo prospecto de novio? ¿Tendrá un embarazo no deseado y estará pensando en la posibilidad de un aborto clandestino? ¿Será una simple alergia? ¿Puede que sea actriz y este ensayando emociones?

¿Y ese hombre con la mirada perdida? ¿Será alcohólico? ¿Tendrá demencia senil y se ha paseado todo el día en el metro? ¿Estará recordando glorias pasadas? ¿Estaré yo más perdido que él?

Siempre y cuando no se le haga daño a otra persona, especular no solo es gratis, sino que ejercita la imaginación.

Los invito a ser observacionistas aunque los tilden de voyeristas. De exhibicionistas escribiré otro día porque acabo de ver una muchacha con un escote espectacular como para el mediodía.


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