Y no es coña

Acción de gobierno

Recuerdo que hace más de treinta años, en el despacho del primer Consejero de Cultura del recién creado Gobierno Vasco, Ramón Labayen, en el fragor de la discusión sobre las posibilidades de hacer algo en concreto me cortó de manera muy enfática diciendo: «no me vas a hacer tú el diseño de la acción del gobierno en esta materia». Podría ser la materia que ahora no puedo concretar una escuela de artes escénicas, una compañía o centro dramático vasco, o un simple festival, como el que yo representaba en esa reunión, el de Vitoria-Gasteiz.

Este consejero era un ser muy peculiar, su padre fue uno de las grandes autores dramáticos en euskera. Él tocaba la flauta travesera y era uno de los más espectaculares coleccionistas de soldaditos de plomo. Fue alcalde de Donostia. Era un tipo campechano y se podía hablar con total libertad de planes, posibilidades, fantasías, colaboraciones, compra de teatro en Vitoria-Gasteiz o presupuestos abiertos. Eran otros tiempos, eran otras circunstancias, otro talante en casi todo. De entonces a nuestros días, es obvio que se ha avanzado en el sector de las artes escénicas, pero dicho lo cual, si se vuelve a repasar lo existente, y lo que se está gestando, parece, en ocasiones que no han pasado treinta y cinco años, y que está todavía todo por hacer. Al menos en lo estructural, en lo que crea tejido, en lo fundamental.

Se han abierto teatros y salas con una programación irregular, muy de mercado, con gloriosas excepciones; hay grupos, productoras y compañías que nacen y mueren, está consolidado un sistema de ayudas a la producción; nominalmente hay una red, Sarea, de espacios públicos, pero no sé si existe alguien en algún lugar que sea capaz de pronunciar con sinceridad y actitud política eso de «no vas a condicionar la acción del gobierno en teatro», por ejemplo. Creo que no hay plan, ni acción, ni políticas. Hay unos reglamentos, larvados, contaminados, donde predomina desde hace demasiado tiempo, la opinión e intereses de una parte de los agentes teatrales, importante, fundamental, pero no única, los productores o empresas o si se analiza mejor, las parejas que tienen un CIF. Porque a veces no hay mucho más por detrás.

Me refiero al teatro en la Comunidad Autónoma Vasca, porque tuve la suerte de ser protagonista del nacimiento de casi todo, en ocasiones como fundador, por lo que me considero autorizado a dar mi opinión desde la experiencia propia y los muchos amores, desamores, esperanzas, triunfos y fracasos que he tenido alrededor y dentro del teatro vasco. Y hasta fuera. Desde lo personal a lo institucional. No creo que esté en su peor momento, pero está en un gris momento. No hay liderazgo ni intereses comunes. Hay empresas, incluso un sindicato, pero casi no hay producción. Siempre me piden que escriba sobre el teatro vasco actual y me colapso, no quiero herir, ni parecer un despechado. Me ha dado mucho el teatro vasco, yo creo que algo le dí, me siento en paz, ni me debe nadie nada, ni le debo, pero me duele, justo ahora que a nada aspiro, ni nada quiero, ni nada pinto,  que se den tantos pasos en falso. Consentidos por todos. Inconsciente o conscientemente.

He sido crítico con el sistema de ayudas a la producción y sin embargo soy cómplice de algunos de sus postulados. No me gusta la red Sarea y peleé porque existiera. No es posible que haya compañía propia institucional, ni Centro Dramático, se ha optado, sin reflexionar a mi entender, por otro modelo, pero ahora, justo en estos momentos, se están realizando pruebas para contratar al profesorado de Dantzerti que viene a ser la ESAD de la CAV. Por los resultados de las listas de aceptados y excluidos, algo ha fallado. Se está creando algo sin plan directorio, sin una idea conjunta, simplemente a base de unas asignaturas básicas y una contratación de profesorado siguiendo unos criterios que deben ser obligatoriamente así para cumplir con algún reglamento, pero que muchos nos tememos sea instaurar algo inviable, gente sin ninguna experiencia pedagógica, sin atribuciones suficientes para enseñar lo que no saben. Que me perdonen, de verdad, los seleccionados. Probablemente serán los mejores del mundo, pero ¿no es muy raro que casi nadie del cuerpo básico teatral los conozca en actividad contrastable?

Nadie busque en estas dudas acusación alguna, es simplemente un poco de desesperación, de ver que algo tan esperado, que llega tan tarde, al hacerse sin contar, de verdad, con la realidad, puede convertirse en un monstruo, en algo que existe, con su presupuesto y sus funcionarios, pero que no tenga nada que ver con la práctica y genere más vacíos y desengaños que ensoñaciones y futuro. Parece que empieza con muy poca fuerza ilusionante y con bastante sospechas sobre el nivel general.

Vaya, como ven tengo un día entre melancólico y optimista. Estoy trabajando mi parte positiva porque tengo dolor de muelas y no he roto a llorar. Sería ideal que alguien explicara su «acción de gobierno en las artes escénicas». Yo hasta les votaría. O me exiliaría. Solo un poco más, mi exilio es manifiesto, interior, exterior y silencioso.


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