Un clásico, ¿te atreves?
Velahí la frase incitadora que resonó en la 38 edición del Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro, que dirige Natalia Menéndez. Una interpelación que pone de manifiesto la valentía y el espíritu aventurero que son necesarios para jugar con los clásicos y reactivarlos. Un atrevimiento que constituye una de las condiciones necesarias para emprender esa aventura que es la realización, a dos bandas, del acto teatral.
Parece ser que el público respondió al reto lanzado por el Festival con unas cifras de ocupación más que satisfactorias y con unos espectáculos que contaron, en lo que pude experimentar, con el regocijo y el aplauso.
La crítica alabó el estilo pop, festivo y colorista, de la Cía. Voadora de Galicia, con su versión de «La Tempestad» de Shakespeare, en adaptación de Fernando Epelde y dirección de Marta Pazos. Se ofrecieron visiones procedentes de otras latitudes culturales, como «Auri» de Taerim Kim, de la Parandal Theatre Company de la República de Corea, o «El sueño de una noche de verano» de Shakespeare, de la compañía The Actor’s Gang de Estados Unidos, con dirección de Tim Robbins.
Entre los rigores de un mes de julio especialmente achicharrante por tierras de La Mancha, Almagro refrescó sus noches con el oasis salutífero de los clásicos actualizados en estilos y formatos muy diversos.
En los días en los que permanecí en el Festival, como miembro del jurado del Quinto Certamen Internacional Almagro Off, pude asistir, también, a otros espectáculos de la programación general. A continuación describiré algunos de los aspectos que más me llamaron la atención en esa aventura que supone jugar con un clásico.
EN UN LUGAR DEL QUIJOTE. (Hospital de San Juan, 16/07/15). Cía. Ron Lalá, en coproducción con la Compañía Nacional de Teatro Clásico y con dirección de Yayo Cáceres.
Se trata de una mezcla de show festivo y de comedia.
El espectáculo se desarrolla con un ritmo ágil y nos pone ante el juego pirandelliano del teatro dentro del teatro, en un diálogo interactivo entre el autor Miguel de Cervantes y sus personajes durante el proceso de escritura de El Quijote.
Aquí el teatro nos muestra que la vida es juego. Juegos de luces y música en directo, ejecutada por los propios actores, en una amalgama poética que sirve para representar algunos de los capítulos paradigmáticos de la mítica novela.
Los números musicales, trufados con algunas referencias a la realidad, como, por ejemplo, en la quema de libros, donde se citan best-sellers de hoy en día, hacen las delicias del público por causa de la alegría festiva que le imprimen a la historia, alejándola de cualquier concepción sesuda canonizadora.
Hay números musicales que recuerdan aquellos de La Trinca, como, por ejemplo, cuando definen lo que es una bacía de barbero, en referencia al «yelmo de Mambrino» que Don Quijote en ella veía.
El ingenioso hidalgo tiene, por veces, aire de Capitano de la Comedia del Arte, y Sancho de Arlequino, por sus juegos de palabras de factura cómica y otras cabriolas interpretativas. En otros pasajes, en vez de actores, el elenco semeja una congregación de magos, capaces de hacer con los capítulos de la fábula quijotesca una prestidigitación teatral.
Así, fiesta y jolgorio, son telón de fondo o canal de transmisión, para reivindicar la joya de la imaginación y de la fantasía como medios para sublimar miserias y paliar las locuras de las que nadie está libre.
EN UN LUGAR DEL QUIJOTE es una restitución popular, alegre y vitalista de algunas de las escenas y de los personajes más memorables de la emblemática novela de Cervantes.
LAS ALEGRES CASADAS de Shakespeare. (Espacio Miguel Narros, 17/07/15). Adaptación y dirección de Andrés Lima. Producción Tdiferencia-La Nave Teatro de Navarra.
Andrés Lima nos ofrece una comedia de enredos, que sirve para caricaturizar y reírnos de algunas de las debilidades que adornan al ser humano adulto.
El cóctel de temas musicales famosos y muy populares, que acompañan a algunas de las escenas del engañador engañado o del burlador burlado, Sir John Falstaff, también potencia la comicidad, para dar pie a un show con guiños clownescos.
El juego de disfraces y equívocos, tan típico de las comedias del barroco, mezclado con el baile y las actitudes eficaces del elenco, consigue que el público se divierta.
El tono naif y plenamente teatral de la propuesta, con una estilización próxima al guiñol, pero manteniendo la tensión realista y el sentido de los diálogos, atenúa la virulencia del escarmiento con el que remata esta fábula shakespeariana.
OJOS DE AGUA (Corral de Comedias de Almagro, 18/07/15). Dramaturgia de Álvaro Tato sobre La Celestina de Fernando de Rojas, con dirección de Yayo Cáceres e interpretación de Charo López, Fran García y Antonio Trapote. Producción de Ron Lalá, Galo Film, Emilia Yagüe Producciones y SEDA.
Yayo Cáceres le concede suma importancia a la intersección de música y palabra, así como a la musicalidad, en general, de la acción dramática. Es como si el drama, esa interrelación conflictiva del ser humano sublimada en las tablas, recogiese no solo el nervio que le dan las intenciones, objetivos y actitudes de los personajes en sus afanes, sino también el nervio que le concede la pulsación rítmica y la capacidad de generar atmósferas empáticas que posee la música y la voz cantada.
Esta Celestina es Charo López actuando sin que, en ningún momento, la actriz se esfume tras el personaje. Y es que, en el fondo, los personajes no son más que cuartadas para el juego (no existen, lo que existen son las personas, en este caso la actriz, asumiendo un juego teatral). Y es la propia Charo López, una actriz conocida y una referencia de la escena española, la que, con su presencia, le aporta una lectura, si cabe, más libertaria y desinhibida al personaje arquetipo de la Celestina.
No en balde, en el propio programa de mano se añade un texto de Manuel Vicent, extraído del diario El País, en el que nos avisa sobre el mito Charo López que, aquí, va a proyectarse sobre el mito Celestina: «Charo López es el símbolo de la luz al final del túnel. Antes de llegar a encarnar el personaje de Clara Aldán, de la versión televisiva de Los Gozos y las Sombras, de Torrente Ballester, que la consagró, este rostro ya había despertado todos los deseos para dar paso a la libertad de los años ochenta. Charo López también fue un amor argentino, un símbolo para aquellos intelectuales y artistas del Cono Sur huidos de los milicos que poblaban las noches de Madrid. Ella había aportado una risa salvaje, el perfil de moneda griega, la voz quemada y la voluntad de acabar con todos los armarios roperos y que al sexo le diera el aire limpio en la cara.»
Así pues, la libertad de las brujas, que piensan, sin pertenecer a nadie, como dice Celestina en este espectáculo, constituye un paradigma de mujer emancipada a cuya iconografía parece sumarse el personaje público de la actriz Charo López, otra cosa será, evidentemente, la persona que solo conocen sus allegadas y allegados.
OJOS DE AGUA mantiene muy presente el libro de Fernando de Rojas, como si fuese, en realidad (de ficción), el diario escrito por la propia Celestina que, para que se lo publicasen, tuvo que recurrir a la utilización del nombre masculino Fernando de Rojas. Recordemos que, en aquella época, era impensable que una mujer pudiese publicar u ostentar puestos en la esfera pública.
Así que, la dramaturgia, le da un impulso feminista sutil al relato celestinesco, sin descuidar, por otra parte, los enredos amorosos de Calixto y Melibea que acabaron trayéndole la desgracia a la vieja alcahueta. Esos enredos constituyen, en OJOS DE AGUA, una historia dentro de la historia, que nos es contada por la propia Celestina, libro en mano.
Estamos en un convento y somos las monjas, las hermanas a las que se dirige Celestina, para confesar, recordar y reflexionar sobre su vida.
La «trotaconventos» no pierde ocasión para ajustarle las cuentas a la Iglesia y para hacer su panegírico a las libertades, entre risas y llantos. Porque humor verde, negro y melancolía otoñal, se remueven en la marmita invisible que la actriz cuece sobre las tablas del Corral de Comedias de Almagro, acompañada de la música y el canto del actor que representa a su fiel Pármeno, y que converge en esas atmósferas que, pese a la caracterización que nos traslada a la época de la fábula, recobra una dimensión intemporal y universal. Velahí las virtudes de los clásicos.
NO HAY BURLAS CON EL AMOR de Calderón de la Barca (Espacio Miguel Narros, 19/07/15). Versión y dirección de Gonzala Martín Schermann. Cía. Factoría Teatro de Madrid.
Un espectáculo que se traza desde la distancia paródica del metateatro, con el que establecen la convención de representar la comedia de Calderón de la Barca solo dos actrices y dos actores de nuestros días, hasta acabar entrando, de pleno, en la comedia barroca. Una demostración lúdica de lo que su propio título resume.
Aquellos tiempos en los que el teatro filosofaba y emitía sus moralejas sobre los más diversos aspectos de la vida, y lo hacía desde el juguete teatral.
El montaje de Gonzala Martín Scherman pone en contacto el mundo del teatro actual con aquel otro del siglo XVII, a través del mecanismo del teatro dentro del teatro y de la recreación de la fábula calderoniana. De este modo, el plano actual se mantiene paralelo al plano de la historia situada en el XVII, y el desdoblamiento de los personajes entre las dos actrices y los dos actores añade una lectura irónica sobre el argumento sin necesidad de marcarlo explícitamente.
Se trata de una curiosa manera de actualizar el clásico, ya que, al margen de esos dos planos de ficción, el de la comedia de Calderón de la Barca parece representarse desde un estilo fiel, dentro de una historización estilizada que busca recrear los ademanes y las actitudes de la obra original. Sin embargo, ambos planos de ficción se simbiotizan y se afectan, multiplicando la diversión y, al mismo tiempo, la complejidad semántica.
Finalmente, apuntar el acierto del Festival al ofrecernos, además, otras actividades paralelas, que contribuyen a estimular la sensibilidad y el pensamiento alrededor del hecho teatral. Entre ellas, un manojo de hermosas exposiciones de diversa índole: Cuatrienal de Praga. Pabellón de España; Tránsito por la escenografía contemporánea española; Andrea D’Orico. Los espejos del alma; Bizzarie di varie figure del artista Giovanni Battista Bracelli; Espíritu del Erudito Coreano: La importancia del respeto.
En este sentido me gustaría resaltar la potente instalación realizada por José Luis Raymond, titulada «MUÉRETE», para la Prague Quadrennial of Performance, Design and Space, situada en el Espacio de Arte Contemporáneo de Almagro.
«MUÉRETE» es una cámara dorada, con un lecho de gusanos virtuales, para que quien se adentre en esta instalación pueda experimentar una muerte metafórica y una resurrección gozosa, tumbándose en ese lecho y viendo su reflejo en un espejo rectangular situado en el techo, para salir libre de los viejos disfraces que esos gusanos virtuales se comen.
Se me antoja que la actualización de los clásicos consiste, metafóricamente también, en liberarlos de los viejos disfraces, ya sean éstos la reverencia ampulosa o grandilocuente, ya sean los lugares comunes mil veces transitados, para ofrecerlos resurrectos y renovados. Y parece que el Festival de Almagro apunta, con vitalidad y fuerza, hacia esa contemporaneización.
Afonso Becerra de Becerreá.