Críticas de espectáculos

La asamblea de mujeres/Bernardo Sánchez Salas/Juan Echanove/61 Festival de Teatro Clásico de Mérida

Entre el gozo y el hartazgo

 

Pasamos el ecuador del Festival y seguimos con la misma tara de programar espectáculos comerciales, pensados no para la prioridad que ofrece el evento sino para el beneficio de representaciones en giras. Los actores, que interpretan sus roles en restringidas y parecidas plataformas delante de la valva regia, con poca o ninguna escenografía y utilería, este año apenas han pisado la arena del escenario romano.

«La Asamblea de las Mujeres», es una comedia ingeniosa y divertida de la última etapa de Aristófanes que debate, con buena dosis de ironía crítica, el tema de la democracia perfecta. De lo que se deduce que la situación planteada por el autor griego, que sigue siendo una interrogante desde hace más de 2.500 años, tiene obvias resonancias actuales.

Esta interesante obra, concebida como una farsa didáctica sobre una revolución femenina (acariciada también por él en Lisístrata y en Las Tesmoforias), con intenciones de contener las ideas y utopías de la época, de ciertas teorías basadas en la creación de un tipo de república colectivista, con comunidad de bienes y de mujeres, sostenida en aquellos tiempos por algunos filósofos (sobre todo de Protágoras, y después de Platón, en sus tratados de «República»), ha sido la propuesta de Pentación Espectáculos, en versión de Bernardo Sánchez y montaje de Juan Echanove, quienes han intentado ofrecer una lectura renovadora y un planteamiento de fiesta teatral que, de forma parecida, recuerdan a aquella que, con el título de «Fiestaristófanes», fue representada en el Teatro Romano, en 1985, en versión del director griego Stavros Doufexis, que indagaba la antiquísima costumbre de la fiesta ática, de la que las comedias de Aristófanes son su acertada continuación.

La versión de Sánchez Salas (adaptador teatral premiado con un MAX por «El verdugo», que protagonizó Echanove en el 2000) es en general bastante fiel a la esencia y resumen de la obra de Aristófanes. El escritor riojano, acaso con su «teoría y práctica de la descojonación» logra acercar el pensamiento aristofánico a nuestros días, disparando guiños geniales alusivos a la corrupción que ha llevado a los ciudadanos a dudar de la clase política (el caso de la actual Grecia y muchos sitios). Todo muy significativo en el mundo de antes y en el mundo de ahora -al ser esta una de las últimas obras de Aristófanes- donde el autor cómico y el adaptador terminan creyendo que no hay solución y se ríen de todos y de sí mismo como fórmula de escape ante la impotencia.

El montaje de Echanove es una gozada hasta la parte del debate entre los protagonistas Blípero y Praxágora -la más elevada de la pieza-, que rezuma diversión en la traslación con el lenguaje actual y en la trasmisión propuesta de espejos con la realidad. Pero, después, el espectáculo decae ingenuamente hasta el hartazgo, al reducir la carga satírica e inclinarse por un tipo de comedia donde un erotismo vulgar, de frases gruesas y situaciones escatológicas con resabios, cansan por lo repetido en escenas muy densas y coreografías de parodia musical -afines al cabaret y al carnaval- faltas de una correcta y vistosa unidad de estilo interpretativo. Son escenas poco imaginativas que solamente han respondido a una artificiosa imagen -muy forzada al final- de esa serie de cuadros líricos y animadas pinturas llenas de alegría, de sales cómicas de Aristófanes, sustitutas del coro en el declive de la comedia antigua y su transición hacia la comedia nueva.

En la interpretación, el elenco responde bien en general, aunque unos actores están mejor que otros. Destaca Pedro Mari Sánchez (Blípero), mostrando su mucho oficio teatral. Se luce vestido de mujer, con excelente humor y ajustados movimientos y voces. Su escena del principio con Sergio Pazos (Cremes), que también destaca por una acertada caracterización física, es genial. Lolita (Praxágora) actúa llena de vitalidad y entusiasmo. Logra escenas de fresca inspiración y con cierto aire flamenco –abusando un poco de la expresión de sus brazos- despoja de inhibiciones a un tipo de público para hacerlo suyo. María Galiana (Althea), actúa muy segura, insuflando un hálito especial a las reiteraciones de los chistes más prosaicos. Bart Santana (Ciudadano 1), Luis Fernando Alvés (Ciudadano 2) y Santiago Crespo (Cliente), cumplen con simpatía sus roles. Y Concha Delgado (Lavinia) y Pastora Vega (Clytia), discretas, con menos maña escénica, no llegan a convencer –una por exceso y otra por defecto- en la construcción de sus personajes a tono con la estética farsesca.

El público responde muy bien con aplausos a lo largo de la función, sobre todo ese espectador –que es mayoritario- que disfruta con frases de la usanza del caca, culo, pedo, pis y vete a tomar por culo que «hacen gracia».

José Manuel Villafaina


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