Sud Aca Opina

¡Oh no, he creado un monstruo!

Desde que James Whale en el año 1931 estrenara su película El Doctor Frankenstein, esta frase la hemos escuchado muchas veces y dicho muchas más en nuestro fuero interno. No es que en 1931 la cinematografía haya descubierto algo nuevo, ni siquiera nos hizo comenzar a tomar consciencia de que nuestros actos, sean los que sean, siempre tienen un efecto. Ya lo sabíamos. Acción, reacción. La sabiduría popular lo ha sabido y proclamado desde siempre; «Sólo se cosecha lo que se ha sembrado».

Lo que es empíricamente correcto, es irrefutable.

Claro está que de un grano de arroz difícilmente se podrá obtener una tonelada de cosecha, así como una tonelada sembrada abandonada a su suerte, tampoco tendrá un rendimiento razonable.

Después de un juicio liviano pareciera ser que lo anterior es cierto, pero al introducir la variable de los cuidados, comenzando de muy poco se podrán lograr grandes cosas.

De un único grano de arroz, si se tiene la voluntad, la paciencia y el tiempo necesarios, con trabajo y después de numerosas cosechas, si se podría obtener una tonelada y mucho más.

Un inicio nunca es fácil. Romper la cómoda inercia del estatismo es difícil e incluso nos puede parecer imposible pero basta la voluntad decidida, al menos para comenzar a transitar hacia un resultado, las más de las veces, incierto.

Durante el proceso de creación avanzaremos, retrocederemos, querremos abandonar, nos desencantaremos con el proyecto, hasta que en un lapso variable, si tenemos la firme voluntad de superar los inconvenientes del proceso, llegaremos a un resultado.

Claro está que en todo proceso creativo corremos el riesgo de encerrarnos en torno a nuestra creación en ciernes y perder la objetividad necesaria como para hacer los cambios de dirección necesarios antes de que sea demasiado tarde.

La mejor forma de crear un monstruo es des oír los consejos y observaciones de quienes nos juzguen y sobre todo, des oírnos a nosotros mismos. La creación libre no tiene que subyugarse a ningún tipo de presión aunque siempre exista alguna rondando nuestras cabezas y forzándonos por terminar; la presión del tiempo, la presión de la propia impaciencia, la presión del medio, la presión económica, la presión del ego.

La consigna es resistir a toda presión sin reventar en la creación de un monstruo.

Y en el caso extremo de que Frankenstein adquiera vida, debemos quererlo porque mal que mal es el producto de toda esa energía de relámpagos y líquidos burbujeantes que hemos utilizado sin mesura para darle vida a nuestra creación.

¡Oh no, he creado un monstruo!

Si pero es mi monstruo y del cual puedo aprender mucho para no cometer los mismos errores la próxima vez en que me bajen las ínfulas por ser un pequeño dios.

Quizás el verdadero objetivo existencial sea el de recorrer el camino creativo más que el de llegar a la meta, camino que en su recorrido nos llenará de aprendizajes gratificantes ya que inevitablemente más de alguna vez daremos vida a un engendro, sin que esto nos haga renunciar a una nueva oportunidad de crear.

Somos creadores, somos pequeños dioses.

Amen.


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