Moda incómoda
¿Estar a la moda es una opción o una imposición? Habrá quienes digan que es un producto inventado por el mercado para hacernos gastar dinero mientras otros harán una mueca y correrán a comprarse el último adminículo inútil publicitado con bombos y platillos por todos los medios posibles y que es absolutamente indispensable tener para no quedar out. Poseer aquel objeto que otros no tienen, desde siempre le ha dado un valor especial y si además viene asociado a status, juventud, riqueza, fama o cualquiera de los sueños que suele tener un ser humano normal, esa cosa completamente inútil tiene un éxito de ventas asegurado. ¿Quién de manera responsable podría asegurar que nunca ha comprado algo inútil que termina perdido en ese rincón olvidado, llevándose el dinero que bien nos pudo haber servido para algo provechoso? La moda es un invento más del hombre para el hombre que debe ser interpretado en su justa medida, sin extremos de fanatismo purista que desvirtúen su esencia. Hoy en día mucha de la moda imperante es una herramienta para hacer funcionar el famoso mercado, el consumo, pero no debemos desmerecer el valor estético que muchos de los productos a la venta, sean útiles o no, poseen. Si bien es cierto existen algunos fundamentos casi científicos en los postulados de la moda, tales como la influencia psicológica del color o como la geometría de líneas en una dirección determinada deforman o el efecto distractor que una forma puede tener sobre un global, la variable inexplicable de lo que suele llamarse como «el buen gusto» puede ir incluso en contra de esos fundamentos de estudiado efecto. Que las rayas horizontales no son para las gordas y las delgadas no deberían usar líneas verticales. Que el dorado y el negro son sinónimos de elegancia. Basta con que un personaje reconocido como referente de opinión, diga que tal o cual cosa tiene tales o cuales características basándose sólo en sí mismo, para crear un objeto de deseo. Es así como los reconocidos grandes diseñadores de la moda mundial, hacen desfiles anuales para, literalmente, dictar la moda. Es decir, nos dicen cada año lo que debemos o no comprar para vestirnos según los tiempos que corren. Es así y siempre lo ha sido. ¿Pasará lo mismo con las artes escénicas? Creo que no porque en ellas, aunque la forma sea importante, lo fundamental está en el fondo, en la esencia del sentimiento personal. Nos pueden inducir con algunos truquillos probados hacia un sentimiento determinado pero no nos pueden obligar a que ese sentimiento se prolongue en el tiempo. La experiencia artística es única e irrepetible por la enorme cantidad de variables que intervienen en su efecto, partiendo desde variables externas al actor o espectador tan aparentemente superfluas como la temperatura, a variables profundamente íntimas como podría ser el estado de ánimo después de una experiencia ajena al espectáculo mismo. No es lo mismo ver el médico a palos de Moliere a trece grados de temperatura en la sala después de haber discutido con su pareja, que verla a veinte grados después de haber recibido un aumento de sueldo. Los críticos teatrales podrán expresar su opinión en referencia a un espectáculo determinado, comentario muy profesional que desde el punto de vista de la técnica puede ser impecable pero que no reflejará jamás lo que el público puede llegar a sentir con la experiencia teatral y que en definitiva determinarán el éxito o no de la obra. No nos sigamos vistiendo con el teatro recomendado por los críticos y atrevámonos a vivir la experiencia de lo desconocido. Por último siempre tendremos el consuelo de que nadie podrá mofarse de nosotros por estar mal vestidos.