Criptofasia
El notable descubrimiento que reseña la película Poto y Cabengo, sobre las gemelas Grace y Virginia Kennedy alrededor del lenguaje secreto, de carácter compensatorio a la ausencia de un trato suficiente de sus progenitores, que les permitiera el aprendizaje y desarrollo del lenguaje materno, tiene múltiples intereses respecto a lo que hace el ser humano para comunicarse. Entre ellos, una reflexión desde las colinas artísticas, si se emparienta a estas con los condimentos inusuales que el caso de las hermanitas Kennedy supone. Basta una continencia afectiva y un interlocutor, para que el poder de los signos comunicativos florezcan. El caso de los gemelos es sintomático en la generación de la idioglosia o criptofasia donde la más profunda intimidad puede dar pie a una manifestación idiosincrásica determinada. Estas excepcionales situaciones no han impedido que luego, quienes tuvieron el poder de formular una codificación exclusiva, inventada, con un debido cuidado, les permitiera adquirir, por decirlo de algún modo, el lenguaje de todos. El lenguaje de los gemelos expone una raíz inalienable de la condición humana, manifestada a través de una recóndita creatividad, que no hace menos de exponer límites que la incomprensión del observador rápidamente apelarán a calificar de delirante. Puesto en el contexto espacial de los citados hermanos, sin parecerlo, todo lo contrario, más bien portando contenidos que parecen la desesperación del doctor positivista imposibilitado de entenderlos. Sin embargo, el valor uterino del microclima espacial, continente de de dos seres especiales, a medir con que nunca como en su caso, dos parecen literalmente uno, puede mostrarse apto al disparo de cualidades expresivas y comunicacionales apenas entrevistas por los seres ‘normales’.
Los ámbitos de la creatividad, del buceo artístico juegan indudablemente con esa misma intimidad y aquel mismo ‘secreto’. Uno de los precios, suele ser similar: la incomprensión. Los imperativos de una ortodoxia comunicacional que dictamina a tal signo tal canal. A tal canal, tal lenguaje. Pero condiciones extraordinarias de vida, para el caso, extremas, aún en la condena ética en la que pueden valorarse, no hacen sino mostrar límites que no sólo operan como muestra de poderes resguardados en la frágil condición de las personas, si no, muy por el contrario, las modelaciones coactivas que expone en general la cultura humana.
Las instancias procreativas de todo emplazamiento artístico, no es que terminan manifestándose en lenguajes inentendibles, si no que tales lenguajes inentendibles relativizan el cariz determinante de las condiciones creadas para acoger social y culturalmente al hombre.
Así, la ruptura de los lenguajes imperantes, torna en un ejercicio peligroso, irresponsable en el decir de los controladores. El arte choca a diario con tales máquinas de impedir. Lo primero es velar toda equivalencia entre la pulsión expresiva natural, y el mundo que absorbe sus manchas.
El lenguaje, de manera expeditiva y palmaria, deja a la intemperie los universos paralelos sutilmente escamoteados por la que se dejan a los caminantes, en una sabana unidimensional parecida a los desiertos.