Estrenos

Atalaya y el CDN presentan ‘Así que pasen cinco años’ de Lorca

Atalaya estrena la obra ‘Así que pasen cinco años’ de Federico García Lorca, pieza que se podrá ver del 1 de abril al 15 de mayo en el Teatro Valle-Inclán de Madrid. Se trata de la primera vez que el CDN coproduce un montaje con una compañía andaluza.

 

La primera puesta en escena de ‘Así que pasen cinco años’ se realizó en el Círculo de Bellas Artes de Madrid en 1986, y supuso el lanzamiento de la compañía sevillana. Entonces, el elenco estaba formado por seis jóvenes actores que afrontaban teatro de texto, al igual que el propio director, por primera vez. Treinta años después, Ricardo Iniesta vuelve a llevar a escena este texto mágico, interpretado en esta ocasión por nueve actores.

‘Así que pasen cinco años’ representa algunos de los temas básicos omnipresentes en la obra total de García Lorca, como suelen ser el tiempo, el amor y la muerte; y temas entrecruzados entre sí, como la importancia de los sueños, la frustración, su propio viaje interior y la esterilidad. La narración de esta obra no significa la imagen doble de esa vida, sino la tensión de su propio presente a través de la escritura.

Un joven, enamorado de su amada, le cuenta a un viejo que, por causas que no son de explicar, yo no me casaré con ella… hasta que pasen cinco años. El joven, ser puro, desligado del contorno real, que sólo vive y nos hace vivir la intimidad de sus sueños y deseos. Todos los demás personajes: el niño muerto, el gato muerto, el jugador de rugby, el maniquí, el payaso, arlequín y los jugadores de cartas, son símbolos de apetencias, de ideas, de sensaciones; de vivencias subconscientes. «Los personajes de la obra no poseen nombre ya que son metáforas… El joven es una metáfora del propio autor, y buena parte de los demás representan otras visiones de él mismo: el niño muerto, los amigos, el viejo, la novia, la mecanógrafa… Al tiempo aparecen otros personajes más inquietantes que suponen un contrapunto a los anteriores: el criado, la criada, el arlequín, el payaso, la máscara, los jugadores de cartas… Y queda un personaje de una hondura trágica propia de la Tragedia griega, cuyos textos atesoran una belleza difícilmente equiparable en obra dramática alguna en lengua castellana: el maniquí».


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