Y no es coña

Cuestión de personalidad

Ando pensando sobre la creatividad, sobre el punto de vista del director, sobre los motivos que hacen que alguien sea considerado como un artista importante o las razones por las que otros muchos con el mismo esfuerzo, la misma formación, los mismos recursos hacen obras, espectáculos, con los que nos sentimos satisfechos, pero no logramos sobrepasar esa sensación de corrección, pero no de que lo que hemos visto quedará en nuestra memoria para siempre. O al menos para un rato.

Desde la humildad más solidaria, sin impostura alguna, mi idea básica es que se trata de algo que yo quiero llamar personalidad, para no ponerme estupendo. Voy a poner tres ejemplos que además son espectáculos que he visto recientemente: «Así que pasen cinco años» de Federico García Lorca, con dirección de Ricardo Iniesta. Es la tercera versión que conozco de esta obra a cargo de Atalaya de las manos de Iniesta y como es una año en donde el desembarco estatal de esta compañía andaluza es notable, resulta que haciendo un compendio de todos los trabajos vistos en los últimos meses, uno llega a la conclusión de que existe una constante estética, una estructura supra dramatúrgica que elabora una nueva forma de comunicación con los diferentes públicos.

Esa constancia, ese estilo, esa manera de entender la puesta en escena, de los lenguajes escénicos utilizados de manera reiterada y constante, yo la quiero llamar personalidad, la que impregna todo cuanto hacen. Quizás sea un reduccionismo, pero si utilizamos lo que es la formación, el conocimiento de técnicas, la lectura, los talleres, las adscripciones a tendencias, son muchos los directores de su generación o posteriores que pueden mostrar la misma cartilla de estudios, pero es en Ricardo Iniesta donde todo se cuaja en una seña de identidad, que puede parecer incluso en ciertos momentos manierista por reiterada, pero que yo creo es su valor añadido.

El otro caso es el de Ana Zamora y su Nao d’amores que cumple quince años, y lo hace en La Abadía con dos montajes, uno de ellos lo acabamos de ver, «Triunfo de amor» con varios textos de Juan del Enzina, y en donde se concentra toda su personalidad teatral: unos textos del XVI, una puesta en escena cálida, con incorporación como espacio artístico del ligar donde van los espectadores, unas interpretaciones nítidas, música en directo, con instrumentos historiados, para contra tres bellas historias de amor, alguna sorprendente por su atrevimiento en la época en que fue escrita, y la calidad final, ese punto de ingenuidad que le dota de una poética especial, junto al esfuerzo que pide a intérpretes y públicos con el uso de ese castellano antiguo, forma parte de una idea que va mucho más allá de una reconstrucción, es una herramienta de juego y de vida con el presente, para que sepamos de dónde venimos y que nos recuerda que el teatro es moderno cuando se hace hoy, para públicos de hoy, con estas características.

Le vimos un texto moderno, «Penal de Ocaña», y allí se utilizaban los mismos recursos, las mismas estructuras dramatúrgicas, una puesta en escena muy identificable, y esa es la personalidad de Ana Zamora y su equipo. Dejo para otros adherirle más adjetivos y denominaciones.

La última muestra es el espectáculo «Solo son mujeres» un texto de Carmen Domingo con puesta en escena por Carme Portaceli, y aquí tenemos el caso de alguien como la Portaceli que no está estabulada, que no pertenece a una corriente, que se acerca a textos clásicos, modernos, de todos los estilos y formas, que trabaja sin equipo fijo, que hace repartos para cada circunstancia, pero que si se van viendo sus trabajos, todos tienes un sello propio, aparece esa personalidad teatral que lo atraviesa todo. El espectáculo mencionado es una buena muestra, es un formato mediano, une un texto duro, pero entrañable, una música muy especial, y la danza vitalista, en un espacio triangular, porque está jugando con los tres casos narrados, las tres mujeres muertas fruto de la salvajada franquista, y en todo el recorrido de estas historias, notamos esa unidad de acción que proviene de una mirada muy atenta a mostrar sus obsesiones escénicas, a dejarse llevar por las propuestas de todos los elementos concurrentes para darle esa pátina identificable.

Por si no había quedado claro son tres espectáculos en cartel que se recomienda su visionado para entender que esas «personalidades» aportan calidad y diferenciación de otras propuestas mucho más ortopédicas, de manual, de consumo rápido. Intrascendentes a mi entender para el devenir del teatro.


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