Cibercondria
Todos sabemos de la característica en esencia es cambiante del lenguaje y como se adapta a las épocas para responder a su carácter de utilitarismo. Hace poco me enteré del estreno en sociedad de la palabra cibercondría, un neologismo para definir el comportamiento compulsivo de quienes consultan constantemente internet están convencidos de padecer alguna enfermedad. Es la hipocondría contemporánea acorde a los tiempos de híper conexión digital. Si todo está en el ciber espacio, la causa, los síntomas, el remedio y las secuelas de lo que sea también lo está.
Desde mi posición de cibernauta moderado, creo que la mayor enfermedad que todos quienes tenemos mayor o menor acceso a la tecnología de la información, es la soledad. La hiper conexión es una ilusión capaz de acercarnos a quienes están lejos y alejarnos de quien tenemos al lado.
Vaya como comparación una experiencia; chile es un país sísmico, de hecho el terremoto más importante registrado con instrumentos científicos se produjo el 22 de mayo de 1960 en la sureña ciudad de Valdivia y alcanzó una intensidad de 9,5 grados en la escala Righter. Es importante destacar que en esta escala, un punto de diferencia significa 10 veces mayor intensidad.
El año 2010 vivía en el quinto piso de un edificio residencial, experimentamos un terremoto muy fuerte de 8,5 grados y en la arrancada por las escaleras fue la única vez en que vi a mis vecinos del departamento de al lado. Nuestras puertas estaban separadas por menos de 1 metro pero jamás nos habíamos visto a pesar de tener toda la facilidad para hacerlo.
Con internet pasa el mismo fenómeno de aislamiento social. Incluso he visto a niños sentados uno al lado del otro que prefieren chatear entre ellos que darse la mano.
Cuando niños nuestra jornada de juegos comenzaba lo más temprano posible hasta terminar cuando la mamá nos llamaba a cenar y acostarnos para no tener sueño al otro día antes de ir al colegio.
-Niños, entrense y vengan a comer.
Hoy en día todo ha cambiado.
-Niños, apaguen eso y vengan a comer.
Los virus cibernéticos no solo desajustan el funcionamiento de las computadoras, se meten gradualmente en el inconsciente del ser humano y lo están enfermando de la peor de todas las enfermedades humanas existentes; la soledad.
Algunos troyanos no solo son capaces de robar la información de un disco duro, también pueden secuestrar la atención del usuario impidiéndole acumular información de vida. Lo encierran en un universo digital tan seductor a los sentidos como el pecado original, siendo capaz de desterrarlo al infierno del placer virtual y un infierno real.
La cibercondría nunca imaginada, es tan reciente que aún no tiene cura conocida.
Otro supuesto errado. Este nuevo mal de nuestros tiempos se puede curar fácilmente si tan solo nos dejamos seducir por la realidad de tonos anaranjados que tiñen una puesta de sol, los sabores etilicos de un vino compartido con amigos y uno que otro desconocido hasta la madrugada, un acto de humanidad real para con el projimo sin esperar retribución, decir te quiero sin doble intención,…
Quizás estemos ya demasiado lejos del contacto real entre seres humanos mirandose frente a frente pero la mejor forma de recuperarlo es acercarnos gradualmente a él a través de la experiencia artística, tanto la de crear como la de vivir a plenitud la creación de otros.
La cibercondría tiene cura. Todos los males tienen cura. Falta voluntad.
El terremoto más grande de la humanidad ya se viene y tendrá su epicentro en la conciencia individual de cada uno de nosotros.