Protocolos y memoria
Los que pasamos algún rato en Facebook nos vemos atropellados por la memoria selectiva de este lugar que es a la vez una especie de taberna de barrio de antaño donde te encuentras siempre con los mismos amigos, conocidos y saludados pero también un suerte de Gran Ojo virtual que todo lo ve. Amanecer cada día con el recuerdo de algo que escribiste hace un año, dos o tres provoca en ocasiones subidas de tensión emocional. Por eso quisiera romper protocolos, subirme a la ola del optimismo incandescente y traerles aquí una noticia que me remueve los cimientos por partida doble, triple o cuádruple.
En la recientemente finalizada Feria de Ciudad Rodrigo, donde se reflejan de manera prioritaria los espectáculos de Castilla y León, Extremadura y Portugal, además de otras propuestas de cualquier lugar del mundo le acaban de dar uno de los Premios Rosa María García Cano al pacense José Manuel Villafaina Muñoz que es colaborador habitual de este periódico digital por: «la promoción, visibilización y valorización de las artes escénicas en reconocimiento de toda su trayectoria profesional y vital caracterizada por la promoción de las artes escénicas en múltiples vertientes y facetas, significándose también como uno de los críticos teatrales más relevantes de nuestro país».
Dicho tal cual parece una obviedad, pero pormenorizando se destaca que en este caso es un reconocimiento a alguien que esta en las afueras del poder centralizador, que su labor de creación, de inventarse programas, de dirigir festivales, de hacer y de pensar sobre lo que se hace, labor que cada día se debe agradecer más porque lo que parece se estila es hacer críticas pesebristas, a favor del amo. Y José Manuel sabe distinguir bien lo que es el hecho teatral y lo que es la actual confusión entre lo público y lo privado, entre el teatro comercial para turistas internos y lo que es le teatro que busca la trascendencia artística a partir de una ambición conceptual.
Si uno se suma gremialmente a este premio, ya que es raro que los que hacemos crítica, además de muchas otras cosas, seamos admitidos en el limbo de los agasajos, en este preciso momento a mí me atañe de manera personal por el nombre del Premio, de Rosa María García Cano, con la que tanto hablamos, soñamos, discutimos, pero siempre nos encontramos en una idea básica de colocar al Teatro en el lugar social, cultural y político que su propia existencia requiere. Una mujer que se nos fue joven, atrozmente devorada por la enfermedad, pero que ha logrado que el equipo que continuó su labor, lo haya hecho avanzando, peleando por encontrar el hueco que precisa y logrando situar a esta Feria en un lugar importante en la agenda de todos los agentes que intervienen en el proceso de producción y exhibición.
Y sucede otra cuestión que hoy me solivianta. Escribo esta homilía desde Brasilia, en su Festival Internacional Cena Contemporànea que es como mi segunda casa, un lugar donde me encuentro tan bien, que parece que nunca me hubiera ido. La coincidencia de fechas hace que lleve varios, muchos años sin acudir a Ciudad Rodrigo. Para ser más exactos, la última vez fui veinticuatro horas para recoger el correspondiente Premio que ahora mencionamos en su primera edición al poco de haberse ido Rosa. Era para la revista ARTEZ, un premio colectivo lo que me honra todavía más, y guardo unas imágenes imborrables de aquella ceremonia.
No es habitual que en estos artículos aparezcan fotos, pero les invito a mirar la que adjunto porque al menos a mí, con esta foto me ha provocado una tormenta de nostalgia inconmensurable. Vean quienes están al lado de José Manuel, Toñi y Manuel, pero a mí, al fondo, superpuestas además de la cara de Rosa, me viene la figura de alguien con el que tanto imaginé paraísos teatrales y tanto me hizo conocer la realidad del teatro extremeño: Javier Leoni. Va por todos ustedes estás lágrimas con las que os rindo mi más sentido homenaje a todos. Fuera de cualquier protocolo aniquilador de emociones. Una memoria afectiva para activar la vida.
¡Viva el Teatro!