Tercer tiempo
Muchos deportes se dividen en tiempos de juego y tiempos de descanso para seguir jugando. En la sociedad occidental el deporte quizás más popular y por ende el más rentable, es sin duda el fútbol.
Dependiendo de la estrategia propuesta por el entrenador, el primer tiempo puede estar dedicado a conocer debilidades y fortalezas del adversario para después del descanso donde en el camarín, a partir de todo lo supuestamente aprendido en el primer tiempo, se planteen estrategias a seguir durante el segundo periodo.
Eso puede funcionar en un nivel amateur donde se juega por el orgullo de sudar la camiseta del querido club pero a un nivel profesional donde la danza de millones realmente marea, se debe entrar con todo porque el contrincante ya recurrió a cuanto archivo pueda existir para estudiar con lujo de detalles a su oponente en los días previos al encuentro. Hace tiempo que el fútbol profesional dejó de ser un deporte para ser una máquina productiva.
¿Dónde quedó eso de que lo más importante no es ganar sino competir?
Falacia amateur.
Al final de un partido, aunque se haya perdido, sonrisas para los auspiciadoras y dólares a los bolsillos porque siempre existirá la fe de un resultado positivo en el siguiente match.
A pesar de entender poco y nada de rugby, una de sus reglas no escrita pero respetada y seguida a ultranza, es la del tercer tiempo.
Durante el partido el contrincante es el enemigo a quien derrotar. Ganar es la consigna y por lo que se ha entrenado fuertemente durante mucho tiempo. Por ser un deporte de contacto, más de algún golpe existe. Además las caídas con consecuencias dolorosas, voluntarias o no, son frecuentes.
A pesar del dolor físico experimentado, una vez terminado el partido oficial, viene el tercer tiempo absolutamente distendido, en un grato ambiente de camaradería donde se comparten experiencias, anécdotas, líquidos y comida.
Alguna vez asistí a un tercer tiempo y de lo único que me acuerdo es de qué asistí. Los jugadores seniors son bravos en la parte líquida. Es que argumentan que con alcohol se desinfectan todas las heridas producto del partido, tanto las físicas como las espirituales.
En toda iniciativa donde deba convivir un grupo humano, los roces, diferencias, conflictos, discusiones y hasta peleas son inevitables.
Algo así como un tacle con caída arrastrada para evitar un trike, con dolor para ambos jugadores.
Con la convivencia del tercer tiempo no creo que se olviden los roces porque ninguna herida, por superficial que sea, cicatriza de forma instantánea pero al menos la sanación comienza.
En un proceso creativo, sobre todo cuando es en grupo, las heridas pueden llegar a ser muy profundas por el enfrentamiento de egos. Cada cual cree tener la mejor idea para salir de la encrucijada en la que se encuentran. Por alguna razón que desconozco, se torna más fácil el hablar que el escuchar.
Muchos lo hemos vivido e incluso hemos visto como grandes amistades quedan destruidas.
Por el bien de creaciones futuras, lo más sano sería tener el hábito de compartir siempre un tercer tiempo cada vez que la obra haya visto la luz, cuando el partido haya terminado.