Mouawad, tragedias de Grecia
Los dos primeros espectáculos del ciclo «Una mirada al mundo» han contado con una temática común, la impotencia o debilidad de estados marginales (o marginados) de la Unión Europea, que sufren las consecuencias de políticas comunitarias. La semana pasada llegaba la denuncia de Carbunariu en relación a Rumanía, con Wajdi Mouawad el turno le corresponde a Grecia.
El director libanés, formado en Canadá y residente ahora en Francia (dirige el teatro de La Colline) en 2011 presentó en el Festival de Avignon, Las Traquinianas, Antígona y Electra de Sófocles, en un mismo espectáculo y bajo el título de Unas mujeres; dos años después, vuelta a Sófocles, Áyax y Edipo rey, con el título de Unos héroes. En ambos casos se trataba de revisitar las tragedias con una intervención dramaturgística importante, realizando una lectura desde el punto de vista de una tragedia más doméstica, desligada de las ataduras del género literario, y focalizando su visión en unas mujeres y unos héroes, más cotidianos y próximos, alejados del boato del personaje trágico.
En Unos moribundos, el espectáculo presentado en el Valle Inclán de Madrid, da un salto: se apoya en Filoctetes y Edipo en Colona de Sófocles, pero para ofrecer su visión de la tragedia del pueblo griego en la actualidad, con elementos entresacados de los textos fuente de referencia, pero construyendo nuevas fábulas. Resulta significativo y esclarecedor que haya titulado a las piezas de teatro, Inflamation du verbe vivre (Inflamación del verbo vivir) y Les larmes d’Oedipe (Las lágrimas de Edipo), desligándose así de los títulos de referencia sofoclea para no inducir a la confusión del espectador. No se trata de contemplar una propuesta de las tragedias griegas, sino de asistir a la tragedia de la nación griega con elementos tomados de las obras de referencia.
Inflamation y Larmes las presenta Mouawad como un díptico y contemplarlas seguidas aportan una mayor información por los contenidos, que se complementan, y los lenguajes en la escenificación que se oponen. En Inflamation… explica de alguna manera el cambio operado: además de la muerte del traductor, la imposibilidad de contar el sufrimiento del pueblo griego, que es lo que le interesa, con apoyo en una tragedia que tiene sus tiempos y ritmos, que ya no le valen. Para inspirarse, decide viajar a Grecia, visitar la cueva de Filoctetes y atravesar en la barca de Caronte de la vida a la muerte (de la opulencia occidental a la miseria griega). Lo que ve y graba en una película se proyecta de forma continua, es la desolación, la ruina, la muerte del pueblo griego, como ente abstracto, pero también personificado en muchos personajes de todas las edades que han perdido la esperanza de vivir.
El texto resulta excesivamente fragmentario y entrecortado, y se echa en falta una buena dramaturgia. La de Charlotte Farcet sobre el texto de Mouawad no lo es ni en términos de narratividad escénica, ni en la concepción del diálogo entre la película que permanece durante todo el espectáculo y el actor que está sobre el escenario. Ante la inexistencia de relación, no es suficiente el viejo truco de las apariciones y desapariciones del actor por las lamas de la pantalla, la propuesta se disocia, la información se reitera y el audiovisual pesa de una manera desproporcionada. Por otra parte, Mouawad director no resuelve el problema que plantean los audiovisuales en ciertas ocasiones: dejar desocupado el escenario, solo con la presencia de las imágenes. La presencia de los medias aportan innovación y son un avance para el teatro, sin embargo hay una frontera que no deben atravesar, la eliminación de la presencia del actor. Esta cuestión necesitaría un mayor desarrollo, pero baste para su introducción el recordar que cada lenguaje tiene sus propios códigos que admiten complementación pero no son intercambiables. Además la película presenta problemas de narración cinematográfica e impericias.
Larmes se encuentra en el extremo opuesto hay un texto y una concepción de la puesta en escena homogénea. El texto se nutre del argumento de Edipo en Colona, que aporta el viaja a Atenas de Edipo acompañado por Antígona, de una fábula extraída de la realidad actual griega, donde las privaciones impuestas por la política comunitaria conducen a la desolación y desesperanza, y de un hecho real, la muerte de un joven que se manifiesta contra el gobierno. El paralelismo está bien, se amplifica el tema de la tragedia de hoy (aunque sobran algunos parlamentos demagógicos) y se enlaza mitología y tiempos presentes con un subrayado emocional. Propuesta basada en un buen texto, escenificado entre sombras y quietud. Los personajes están detrás de una gasa, donde se proyectan sus sombras o siluetas, teñidas por colores que matizan con sus tonalidades las emociones que emite el texto. La entonación y los ligeros movimientos de tres actores cobran un papel determinante.