No te salves
Cuando una cree tocar techo, el cielo se abre en un infinito ascendente.
Ando de resaca post-partum, más mortal que nunca.
Con la visión estrecha y «lo material» muy cerca del tercer ojo.
Ando borracha de incertidumbre. Inquieta. Expectante ante un resultado inesperado, de un parto doble, hermafrodita y desnutrido que no habla mi idioma.
Siento que mi percepción intelectual y mis expectativas se agarran al caprichoso e impertinente deseo de que las cosas sean como quiero, como me hubieran gustado. Y a su vez, observo mi incapacidad para sentir la bendición del regalo que ha sido dicho nacimiento.
Me percibo impaciente. Dudosa. Desconfiada.
«¡No te salves! –escucho.
Lo esencial está más allá de la forma.
No te salves.
Sé, salvaje y descaradamente quien eres. No hay luz, propuesta o directriz escénica que amarre la fuerza que la vida trata de manifestar a través de ti. No temas por tu voz, no temas por tu técnica. No dudes. No hay dramaturgias correctas, ni voces de fuera que no sean las tuyas.
No te salves.
Salta al vacío sin juicio ni paracaídas, y cae…
…es ahí donde se esconden los milagros»
Ha nacido un hijo que me mira y no le veo.
Se ha abierto un cielo ante mis ojos que no esperaba.
He parido a mi maestra.
Bienvenida al mundo, #LACURA.